29/07/2018
Festival Internacional de Guitarra – Jornada
de Clausura - Auditori de L’Hospitalet de L’Infant, Tarragona – Carles Trepat y
Anabel Alonso, guitarras – Orquestra Kammart – Alex Sansó, dirección.
Dos
guitarristas de concepción artística interpretativa bien diferente y dos obras
concertantes en las mismas condiciones, una compuesta por el mismo Trepat para
el aniversario de E. Granados y otra, la más popular de su género jamás
escrita. Todo ello bajo un ensemble dinámico y bien dirigido por su fundador A. Sansó.
Escrita en un modo estrictamente tonal, “Homenaje a Granados
(Fantasía Catalana)”, compuesta por el virtuoso consagrado de la guitarra,
Carles Trepat (e interpretada por él mismo) tiene una inspiración absolutamente
folklórica catalana, basada en temas populares armonizados de manera magistral
y ensamblados en un conjunto global que mantiene, en todo momento, el mismo
tono evocador e interpretativo basado en la calma contemplativa y ligeras variaciones
contrastantes. La orquestación está perfectamente planificada para que en
ningún momento llegue a pisar al solista. Bajo un comienzo atmosférico, en el
que el temático tema en octavas incluye intervalos típicamente catalanes, es
tratado con brillantez y seguridad por los intérpretes. De temas expuestos por
la guitarra en cada movimiento, se pasa a reexposiciones orquestales expresados
con suma delicadeza. Frases realmente emotivas de gran belleza con una riqueza
y diversidad de posibilidades concertísticas bajo las manos de un solista de
poderosos medios técnicos acompañadas de un personal encanto de una veta lírica
sublime. Sonoridad aterciopelada y embriagadora a lo largo de toda la obra
entre las manos de un verdadero trovador con el acompañamiento de una dirección
poética perfecta.
El “Concierto de Aranjuez” fue el primer intento de Joaquín
Rodrigo en el género del concierto; rápidamente se convirtió, y posteriormente
se ha mantenido, en la más popular y reconocible de sus obras. Escrito para
guitarra solista y orquesta, revela la gran afinidad del compositor por esos
dos médiums, así como su reverencia por las antiguas tradiciones de la música
clásica española. Fue compuesto después del regreso de Rodrigo a Madrid desde
Francia (huyó de la agitación de la Guerra Civil Española) en 1939, y se
estrenó en Barcelona por Regino Sainz de la Maza con gran éxito en 1940. De
nuevo nos encontramos con referencias abiertas a la música folclórica española
y la disposición lírica directa. Anabel Montesinos da una versión apasionada y
notable, con acercamientos a la versión de Paco de Lucía en rasgueos y
acentuaciones propias que nos hacen recordar a tan insigne virtuoso, fallecido
prematuramente (por desgracia). Lo que más destaca en la planificación
orquestal en consonancia con la guitarra solista es la forma en que Rodrigo
logró casar la voz relativamente pequeña del solista solista con la de la
orquesta completa. La ejecución fue es extremadamente idiomática, y uno deja de
escuchar el trabajo con la impresión de que escribir para los dos juntos era
bastante natural para la época; la guitarra nunca parece superada o fuera de su
elemento. La dirección de Sansó es simple, clara y, sin embargo, interesante: a
veces crea un diálogo entre solista y conjunto, y Montesinos, en otros, logra
convertirlos en una guitarra gigante, un efecto extremadamente imaginativo y
exitoso. La escritura de Rodrigo para crear colores distintivos combinando la
guitarra con otros instrumentos solistas, como el fagot, el oboe, las cuerdas o
el corno inglés fueron ampliamente superadas con gran éxito por los integrantes
de la orquesta.
La ejecución del célebre Adagio fue muy personal y
acertadamente apasionada por parte de Montesinos. Leyendo perfectamente la
historia de tragedia, dolor y superación que tras su partitura éste envuelve, el
estado de ánimo se vuelve melancólico ya que la solista acompaña a un solo de corno
inglés con acordes simples. La guitarra eventualmente toma este tema contra un
fondo orquestal urgente, llegando tras la cadencia a un final optimista y
vencedor. Asimismo, al igual que con el movimiento de apertura, el solista
presenta la idea principal del final: una melodía más bien balanceante y suave;
este tema se convierte en la base de una larga "conversación" que
involucra muchos instrumentos solistas diferentes, concluyendo de forma
brillante y colorista.
Luis Suárez