martes, 19 de diciembre de 2017

ENRIQUE GRANADOS. RECUERDOS. Emilio González Sanz, piano · IBS · 72017 · 60’s · DDD*****RS
Delicioso trabajo dedicado a la compilación de la obra para los más jóvenes que compusiera el compositor ilerdense Enrique Granados. El disco que ha sido llamado “Recuerdos”, miniaturas compuestas para ejercicios y más fácil comprensión de los estudiantes, son unas deliciosas piezas que ejecutadas, como es este el caso, con una técnica más que notable, gran amor y sensibilidad nos expresan toda la fuerza expresiva del pianista catalán, heredero en gran parte de la poesía musical de Chopin y el romanticismo de Schumann. Cuatro colecciones forman el trabajo final: “Cuentos de la Juventud” op.1, “Escenas Infantiles”, “Estudios Expresivos” y “Bocetos”, con un “Andantino Expresivo” que sirve de preludio al conjunto. Todo un universo poético y sentimental que tiene como fin pedagógico el desarrollo y elevación de la sensibilidad de sus alumnos. Colecciones que demuestran un gran valor para ser programadas ante cualquier tipo de público en las salas de conciertos, poco tienen que envidiar a diferentes similares de Schumann, Tchaikovsky, Bizet, Bartók o Prokofiev, entre otros.  Toda una sólida y exquisita apuesta de González Sanz por sacar el brillo a sensaciones tan bellas como canciones de mayo, la ternura de una huerfanita, la melodía nostálgica en forma de pavana o el pictórico sonido de las campanas de la tarde.

Luis Suárez

lunes, 18 de diciembre de 2017

Orquestra Simfònica Camera Musicae – 16/12/2017 – Teatre de Tarragona – Tomàs Grau
John Williams – 40 años de Star Wars BSO
¡Que se puede pedir más de un músico veterano como John Williams, ganador de cinco OSCARS y nominado en más de otras cincuenta veces ya! Con un comienzo acertado, mas fuera el maestro Alfred Newman (otro laureado creador de bandas sonoras) el que ideó la partitura la partitura de la célebre “Fanfarria” de los Estudios de la 20th Century Fox, se iniciaba un recorrido por la fantasía del cine. George Lucas insistió en que la “Fanfarria” sonara al inicio de “Star Wars” (1977) y el gran John Williams presentó una versión propia para “El Imperio Contraataca” (1980). Desde entonces, esta propuesta orquestal de Williams es la que se ha utilizado en los sucesivos títulos de la saga galáctica. Esta presentación ha logrado una identificación colectiva y global. Varias generaciones de espectadores han sabido que, al escuchar estas notas, iban a sumergirse en el sorprendente y fabuloso mundo del celuloide. Es uno de aquellos elementos que contribuyen, de una forma más excelsa, a lo que se puede llamar la magia del cine.
La historia del cine no se entendería sin el arte de Williams, autor que ha marcado a numerosas generaciones con su música. Se formó entre compositores de la talla de Bernard Hermann, Miklós Rózsa, Jerry Goldsmith y Henry Mancini. También declaró sentirse influenciado por artistas románticos de la talla de Richard Wagner, como podemos sentir en sus partituras. La asociación de cuatro grandes figuras, de las últimas generaciones del cine, han dado lugar a una serie de obras maestras que, siendo juntadas a la mercadotecnia, han dado lugar a un equipo perfecto de inconfundible rendimiento económico y calidad artística: Steven Spielberg, George Lucas, Harrison Ford y como no, John Williams. Como él mismo le confesó, George Lucas le atribuye a la música de Williams la elevación de la historia de una galaxia lejana a otro nivel, tanto que le cambió el curso de la vida. "Verás, Star Wars estaba destinado a ser un simple viaje de héroe; una fantasía para los jóvenes ", dijo. "Y luego John escribió la música y la elevó a un nivel de arte popular que resistiría la prueba del tiempo". Hace mucho, mucho tiempo, Steven Spielberg y Lucas, dos jóvenes amigos, se sentaron en la playa a hablar sobre la historia galáctica y, al instante, Steven le recomendó a un músico adecuado, que sería Williams. Asimismo H. Ford confesaba: "Esa música me sigue a todos lados. Me suena en mente cada vez que camino por un escenario, cada vez que salgo de un plató (...) Invita a la participación emocional de la audiencia. Nos anima a sentir. Es un ejemplo de entretenimiento elevado al máximo arte”. Tomàs Grau también sabe del potencial de la música de Williams que hace asimismo retroceder al espectador a las vivencias del estreno del filme y supo expresarlo perfectamente con una orquesta al cien por cien de su capacidad, bajo una brillante orquestación que hace notar la formación de Williams como percusionista. Alrededor del noventa por ciento de las películas de “La guerra de las galaxias” son música. Se hace en un estilo muy pasado de moda, como películas mudas, de modo que la música cuenta la historia. Gran parte del contenido emocional se transmite a través de la música tanto como a través de las escenas mismas. Gran parte del éxito de esta saga se debe en gran parte a esta pegadiza música, realizada por una mente privilegiada en el talento de fabricar melodías, el reforzamiento de los sentimientos y sensaciones perfectamente puntuados en cada corte y en algo también muy importante como es el leitmotiv melódico o tonal wagneriano, recurrente a lo largo de toda la partitura, asociando personajes, contenidos materiales de la escena, vivencias poéticas, etc. La orquesta estuvo así pues a un gran nivel, conjuntando todas las familias de instrumentos en uno solo. Una dirección firme y concisa que llevaba al espectador a través de unas imágenes mentalmente dibujadas a la perfección. No solo se remitieron a piezas de aquel primer filme embrujador, sino añadiendo inteligentemente fragmentos de mas piezas de la saga posterior no repetidas, sino para ellas creadas. Asimismo con la lectura apasionada de la música hacía volar al oyente con las bicicletas de un extraterrestre, sentir el renacimiento de especies extintas del planeta o en una sentida interpretación del concertino, estremecer con el sufrimiento de las víctimas del holocausto. Todo ello sin solución de continuidad hasta arrancar la ilusión de un público entregado, pues no es fácil sentirse retroceder cuarenta años hasta la infancia, momento del estreno de aquella película de bajo presupuesto que no solo iba a cambiar la vida para siempre de aquellos cuatro jóvenes talentosos, sino la de todas unas generaciones de todo el mundo y del séptimo arte.
Luis Suárez

sábado, 9 de diciembre de 2017

FLUTE SIPIRIT (2017) – Obras de E. BOZZA, J. G. BAYLEY, B. BRITTEN, C. DEBUSSY, T. TAKEMITSU, K. FUKUSHIMA. K. HOOVER, M. MÁRQUEZ Y C. SETÓ. Isabel Serra Bargalló (Flauta) - R21 MUSIC CD. (50’).
Interesante proyecto artístico actual que lleva adelante la flautista Isabel Serra, como solista, abocada al estudio e interpretación de obras de compositores contemporáneos, así como tres piezas de compositores consagrados del Siglo XX (Debussy, E. Bozza y Britten) que dan forma a un todo, estrenando asimismo obras (como las de Conrad Setó o Marian Márquez). Todo un álbum conceptual donde la flauta travesera es la única protagonista. Instrumento de alta belleza sonora que suele recrear un mundo poético, tanto a veces para evocar la naturaleza como para imaginar el pasaje del reino físico al mundo espiritual. La leyenda, una y otras veces recurrida por los compositores, de Pan y Syrinx. La atracción y seducción por parte del primero a través del sonido de la flauta donde el mundo de la conciencia cede ante la voluntad del subconsciente. Así este trabajo, en su conjunto, contiene todo un impacto sonoro de expresividad con sutiles fraseos que conllevan al impacto poético con una armonía perfecta entre el mero ejercicio narrativo y el apartado virtuoso, conjuntando todos los cambios en el estado psíquico-emocional. Obras tonales, modales y dodecafónicas, con una pequeña aportación del teclado electrónico por parte de C. Setó en la última obra dedicada de la grabación: “Poema-Raga” (2017). Relación entre intérprete y compositor, como en el caso del anteriormente citado, pasando por M. Márquez y su evocadora pieza encargada “Abril”; la estadounidense Katherine Hoover y sus sonoridades espirituales indígenas en “Kokopeli”; o el canadiense Jonathan G. Bailey. El mundo poético y reflexivo japonés tampoco falta a la cita, de la mano Fukushima y Takemitsu.
Un universo sonoro a través de unas primeras obras de referencia para cualquier flautista, que contienen toda una evolución gradual de un repertorio añadido paso a paso. Un primer trabajo en solitario desarrollado con ilusión, acompañado de pequeño libreto realizado por la propia Serra redactado en tres idiomas, con fin de contener un mínimo de explicación en cada miniatura.
Luis Suárez


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martes, 5 de diciembre de 2017

18-11-2017
Creixell Classics – Casal municipal de Creixell
Trío Transilvania con Elisabeth Miranova, piano
El Trío, fundado en la región rumana que lleva su nombre, está formado por Stefania Zaharia (violín), Alina Stavar (viola) y Makcim Fernández (violonchelo), todos ellos integrantes de la Orquesta Filarmónica de su capita, Sibiu; además cuenta con la participación especial de la pianista rusa Elisabeth Miranova.
Recital de cámara basado en la búsqueda de la parte más íntima de grandes compositores, buscando sus impresiones a la búsqueda de una desnudez en sus sentimientos y vivencias de su personalidad y acontecimientos del día a día. Algo que rara vez se puede lograr fuera del ámbito camerístico. La primera parte resultó de obras desconocidas del repertorio habitual, mas no por ello exentas de un manto agradable de música degustativa para un público entregado. Se sucedieron las diferentes combinaciones entre el grupo con una correcta conexión entre sus miembros. 
Enescu (1881-1955) fue un niño prodigio del violín y también del piano. Ingresó en el Conservatorio de Viena a la edad de siete años y se graduó a la edad de 13 años. Al año siguiente continuó sus estudios en el Conservatorio de París. Se convirtió en virtuoso y maestro del violín, pero también se dedicó a la composición, que es la rama por la que más se le recuerda actualmente. Abarcó prácticamente todos los géneros y produjo una cantidad considerable de música de cámara. Aquí nos encontramos con dos pequeñas obras de juventud. La “Aubade” (Amanecer), para trío de cuerdas, se completó en 1899 y se publicó tres años más tarde. “Serenade en Sourdine” (1899) de compuso para dúo de violín y chelo. Deliciosas canciones de amor, cantadas por la mañana como parte de los amantes, con una hermosa música romántica con las voces más bajas, con el violonchelo en particular interpretando el papel de una guitarra rasgueada. Una cara más desconocida del autor franco/ rumano que resulta una buena opción donde se requiere un trabajo más corto para un concierto o tal vez como un bis. Ciertamente no debe perderse de los repertorios.
Richard Strauss (1864-1949) fue un compositor y director de orquesta alemán conocido especialmente por sus óperas y poemas sinfónicos, y aclamado como una figura destacada en la composición romántica alemana posterior. De su semidesconocida, que no por ello menos interesante y recientemente grabada en su integral, música de cámara, el grupo escogió este agradable divertimento de juventud. “Variaciones sobre una canción popular bávara” (1882) para trío de cuerdas comienza con una línea de violín lírica y papeles secundarios del chelo y la viola antes de que los tres se unan y cada uno da un giro con la melodía y el soporte. El tema y la forma de variación se basan en los elementos folclóricos iniciales, que aparecen en frases fluidas, secciones en punta y coloridos cambios en el tono. El trío llegaba a equilibrar melodías suaves con grandes crescendos y declaraciones majestuosas. El final se acerca a los últimos momentos al unísono en una furtiva frenética.
Johan Halvorsen (1864-1935) fue un compositordirector de orquesta y violinista noruego, célebre en su época pero luego olvidado hasta hace poco, que dos sellos discográficos conocidos han recuperado su obra orquestal y de cámara. De él nos llegan estas “Zarabanda con variaciones para dúo de violín y viola sobre un tema de Händel” (1914) Basado en el  movimiento de la “Suite de teclado Händel en Sol menor, HWV 432”. El dúo abrió la partitura con una disposición relativamente sin adornos del tema original durante la primera parte de su arreglo, pero pronto la música florece en una serie de variaciones separadas, algunas líricas y expresivas, otros explosivamente virtuosas.
Y así se llegó a la segunda y diferenciada parte del recital, con la obra estrella. Cuando la “Sonata para violonchelo y piano, op.40” de Shostakovich recibió su estreno en diciembre de 1934, muchos de sus contemporáneos se impresionaron por su lenguaje conservador. Su imagen como el “enfant terrible” de la Unión Soviética aún no se había desvanecido a pesar de su regreso público a un lenguaje musical más accesible en su aclamada, y luego repudiada por el propio Stalin, ópera “Lady Macbeth”, estrenada ese mismo año. Alrededor de este tiempo Shostakovich escribió varios artículos que describen su búsqueda de un lenguaje simple, claro y expresivo. Aunque esa búsqueda fue para llevarlo al mundo profundamente ambivalente de la “Cuarta Sinfonía” de 1936, la “Sonata” es claramente una manifestación temprana de esta nueva tendencia. Desde el comienzo se siente como una nueva partida. Su apertura suavemente oscilante no suena como todo lo que Shostakovich había escrito antes; la repetición muy consciente de la exposición sonata es casi una declaración de fe en los primeros principios clásicos. Su lenguaje está impregnado de entonaciones de música popular y “Lady Macbeth”. Los solistas mostraron gran concentración en una lectura ariosa que se puede escuchar en el inicial Moderato. En el Scherzo Shostakovich recupera el buen humor del “Primer Concierto para piano” del año anterior, otra obra maestra, manteniendo el espíritu maníaco de las influencias del music-hall a escasa distancia, alternando con una aspereza de raíces populares rusas con una perfecta escritura de sus ritmos repetidos y gruesos.  El Largo de hace un eco fuertemente en su fraseo de cuatro compases, su forma melódica e incluso en un punto por una alusión cercana a la ópera citada, con una percepción poética e introspectiva hechizante.  El final es inusualmente claro para lo que se esperaba del genio ruso. Comienza con un animado tema de piano que pronto retomará el violoncelo y se extenderá dos veces con pases intensivos, en lo que son episodios de un diseño de rondo modificado, con pases intermedios de pleno ingenio.
En definitiva, para una obra apenas ensayada entre ambos artistas: ¡¡solo apenas dos días!!, se puede decir que el resultado ha sido óptimo. Con un discurso difícil y fracturado entre ambos instrumentos, las cualidades de máxima expresividad por parte del chelo apoyado en un piano tanto agresivo que no sirve de mero acompañante sino como solista a la par. Grandes dificultades de glissandi y pizzicatos contrastantes con el piano, conteniendo una fluidez hermosa, destacando las semicorcheas del violonchelo y las escalas del piano en unas ideas poéticas que cada vez que la música se vuelve más introspectiva lanzan un hechizo mágico entre el oyente para tener a cada uno colgando de cada nota.

Luis Suárez
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martes, 28 de noviembre de 2017

25/11/2017 – Teatre de Tarragona
Avi Avital con la Orquestra Simfònica Camera Musicae interpretan a Vivaldi
Una vez más el público salió embrujado del sonido emanado de un solista fuera de serie. Avital hizo saltar de los asistentes toda clase de elogios, durante y a la salida del recital. Y es que del profundo hipnotismo que produce ver y escuchar al genial músico israelí, se pasa a la sonrisa generalizada a la salida del auditorio. De una manera muy audaz elude todo prejuicio antes de comenzar; no hay canción de la “Mandolina del Capitán Corelli”, película de calidad floja a la que mucha gente suele relacionar dicho instrumento. Avital redefine astutamente los instrumentos originales, como el violín, con una textura destilada y eficaz llegando a una transformación verdaderamente inquietante. Una sensibilidad en lo tempos lentos hechizante y un virtuosismo fuera de toda duda, con una versatilidad de recursos desbordante en los contrastantes tempos agitados, tocado con delicadeza, energía, virtuosismo con los dedos y un corazón cautivador.
No obstante existen conciertos propios realizados para este instrumento, las dos obras que Vivaldi escribió para este instrumento (sin contar el “Concierto per molti strumenti” RV 558 donde Vivaldi escribe una parte para dos mandolinas), son uno de los más altos ejemplos de la genialidad de este gran compositor italiano. Vivaldi se acerca a la mandolina con extraordinaria inteligencia, logrando entender inmediatamente sus cualidades y sus límites, estudiando con paciencia su sonido metálico y frágil, sus colores agudos y delicados y sus armónicos. Lo que más impresiona es la inteligencia musical del “cura pelirrojo” en controlar los diversos instrumentos y el equilibrio musical entre éstos. Ojalá Avital se hubiera podido transformar en dos para deleitarnos con tan bello “Concierto a dúo” existente.
Otro acierto de la dirección artística es la presencia del eterno veneciano bien dosificado, que sin llegar a saturar un programa excesivamente, como en algunos casos se ha dado, impera lleno de exuberancia, alegría y calor mediterráneo. Influencia para compositores de toda Europa, como J. S. Bach o Johann J. Quantz, es el elemento veneciano más que el romano el que imitan la mayoría de los compositores. Johann Sebastián Bach tomó varios de los conciertos de la op. 3; tres para clave, dos para órgano, y uno para cuatro claves y orquesta, efecto que mantuvo el nombre de Vivaldi vivo hasta su muerte. “L'Estro armonico”, con cuyo “Concierto nº11” RV 565, con el que comienza el recital, constituyó un auténtico “boom” editorial, que dio lugar a toda una cadena de colecciones de conciertos al estilo veneciano. La orquesta le sacó toda su dinámica y estilo agradable de contrastes que posee la composición. Obra musical ingeniosa y de exuberante belleza.
La velada finalizó afrontando una de las obras más frecuentadas de la historia de la música. Viendo las dificultades que tendría, se pasaría a profesor de violín en una escuela de chicas huérfanas, el Pio Ospedalle della Carità, que por proximidad y confianza acabarían siendo las que darían muchas de las premiers de sus obras. Una música de temperamento y belleza en la que el violín aprendido de mano de su padre, sabe destacar de manera solista. Está lleno de florituras (notas rápidas agudas, como si fueran pájaros) y toques dramáticos (que son más graves o intermedias). Lo que más destaca en sus creaciones es que suena como si la naturaleza creciera ante nuestros ojos. Cuatro de estos conciertos, pertenecientes a “Il cimento dell´armonia e dell´invenzione” y reunidos en el Op. 8 (1725) escritos para violín solista, orquesta de cuerdas y clavecín, son los que se conocen con el nombre de “Las cuatro estaciones”. Después de tener en mente incontables versiones de la obra, es incluso arriesgado llevarla a cabo sin enfrentarse a comparaciones. El “Invierno” pasó de nuevo por las manos de Avital suplantando al violín, consiguiendo el efecto de temblar sobre la nieve y el viento, con un sólido caminar sobre el hielo arropado por la seguridad firme de las cuerdas y clave de la orquesta. “El Verano” pasó por el violín de Joel Bardolet, concertino de la orquesta, con una versión personal marcando el ambiente pesado y caluroso, alternando con las voces de las aves. Las frases acentuadas y marcadas firmemente, simulando los truenos y relámpagos de una sólida tempestad que desemboca en un cálido aplauso. Una orquesta que mostró de nuevo su cara más flexible, el efecto acordeón que plasma en su capacidad de  transformación entre épocas y obras de calado más mega-sinfónico a conjuntos de cámara conjuntados con precisión y firmeza. Efecto relajante que sabe apreciar cualquier melómano, destacando las bellezas del arte barroco. 

Luis Suárez

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Agosto, octubre y noviembre de 2017
Recital de María Parra Peñafiel para la Clausura del 5º Bouquet Festival – Claustro del Seminario de Tarragona – Cripta de Cambrils – Clausura del 1º Vermusic de Reus
La pianista tarraconense utiliza su último disco, “Mouvement” para cerrar de manera brillante el estos dos festivales y un recital en el bello recinto de la Ermita de Cambrils, con una fabulosa sonoridad.
Recitales bajo una expresividad apasionada con una agrupación conceptual de obras maestras del mundo pianístico, conjuntadas bajo la estela de la ciudad de París. Ahí donde se encontraron los caminos de tres genios, retroalimentados entre sí, y que su amistad y admiración recíproca diera a un halo de luz creativa en movimiento que aún perdura en el tiempo del arte musical.
Para interpretar bien el espíritu compositivo rompedor de Debussy, se ha de poseer una sensibilidad musical especial. Una manera de tratar el teclado que pocos/as saben realizar. El Primer Libro de sus “Imágenes” y tres de sus “Preludios” sin solución de continuidad. Notamos bajos los ojos cerrados una sensación flotadora en el espacio y el tiempo. Con una técnica cuidada basada en una fina sensibilidad, unas sutiles pinceladas impresionistas nos conducen a la imaginación de estar entre el agua y el aire, rodeando un momento indefinido que solo la gran belleza del trazado sobre el piano del francés es capaz de ofrecer. El Art Noveau en estado puro, simbiosis de la impresión subjetiva entre sensación emocional y la música.
La “Danza Oriental” de Granados, retazos de una España que fue y que en sus entrañas aún algún atisbo de luz aflora. Lirismo sentimental con aires de añoranza. Una interpretación sutil que hace emanar la belleza ya admirada por otros compositores contemporáneos de la época.
Don Manuel de Falla, en sus dos obras escritas el mismo año (1919) y tan alejadas entre sí. “El Sombrero de Tres Picos” y la “Fantasía Baetica”. Del más puro nacionalismo con aires impresionistas de su ballet archiconocido, a un estilo más austero y expresionista. Nos encontramos con una obra del todo radiante de originalidad, de difícil asimilación para el oyente e intérprete (a la primera), plasmación del arte flamenco, el cante jondo y el toque, rodeada de complejidad y bravura en ejecución con apuntes del rasgueo y punteado de la guitarra, disonancias perfectamente incorporadas conjuntamente con armonías impresionistas.
Epílogo adecuado con tres piezas de su propia autoría, cerrando el círculo del concepto de unión del recital, el movimiento y París, la bella cuna de tantas tendencias artísticas, donde se cruzaron, se cruzan… y así seguirá siendo, bajo el amparo de su fina lluvia, para la eternidad.
Luis Suárez

domingo, 19 de noviembre de 2017

04/11/2017
Dúo Veselov (Irina y Fedor) – Creixell Classics – Casal
Municipal de Creixell
Una tarde - noche de tormenta eléctrica, lluvias
torrenciales y tiempos convulsos, nos llegaba un encantador matrimonio ruso, residente en Barcelona, cargado de energía positiva, simpatía y amabilidad para ofrecernos este derroche de entrega total ante un público de todas las edades. Una sesión de clásicos populares, de danzas fácilmente concebidas para el disfrute y reconocimiento inmediato, sin necesidad casi de presentación ni programa impreso alguno. Algunas piezas escritas originalmente para piano a cuatro manos, como las sublimes “Danzas Húngaras” de Brahms y/o las “Danzas Eslavas” de Dvorak. Otras transcritas directamente por el mismo compositor u otros intérpretes y/o contemporáneos de los mismos autores (como las danzas archiconocidas del “Cascanueces” de Tchaikovsky por su amigo Anton Arensky), en páginas efectistas llenas de luz, fuerza y color. Mas todo ello ha de ser acompañado por una plena predisposición de público e intérpretes. Y así ha sido. La fuerza de los primeros en llegar a la sala, solventando las inclemencias temporales, y la pasión de los intérpretes hicieron posible esa interacción entre ambas partes que siempre es tan de agradecer.
Fuerza expresiva mezclada con virtuosismo eficaz, sin sobrepasarse
en modo alguno, fueron las guindas efectistas que marcaron la senda del éxito. Teclado a cuatro manos fundido en uno, con una perfecta conjunción entre técnica y pasión. Recorrido por diferentes ritmos folklóricos de distancias largas, sin notar por ello un ápice de bajeza. Domino absoluto de los mismos. Una música, en buena parte de salón, que posee la magia de evocación, nostalgia y alegría. Desde las encantadoras miniaturas de Brahms, estampas de la Hungría plena de artistas y ritmos fácilmente reconocibles, a las mas elaboradas postales eslavas de Dvorak que fueron concebidas a recomendación del primero para su editor Simrock, llevándolo al reconocimiento y fama fuera de sus fronteras. Unas páginas llenas de emotividad con melodías de gran inspiración lírica y contrastes rítmicos. Todo un ejemplo de calidad dentro de un producto concebido en principio para el disfrute casero de la burguesía y aristocracia de la época en el Imperio Austrohúngaro. Las deliciosas danzas líricas de Grieg, evocadoras de las costumbres y naturaleza bella de su Noruega natal. Auténticos poemas de inspiración de deliciosas frases y acordes versados en su piano inseparable; joyas de la literatura musical nórdica indispensables en la historia del arte. Un rompedor Piazzolla inimitable, que su literatura para bandoneón y conjuntos instrumentales son fácilmente interpretados por cualquier instrumento sin perder ni un ápice de su fuerza. Una “Habanera de Carmen” de Bizet en una transcripción de tones incluso jazzísticos en su coda. Las melodías danzantes rusas, de un Khachaturian soviético capaz de sacar joyas de sus ballets sorteando la “Censura Stalinista” de la época evocando su Armenia natal. Y el venerado Tchaikovsky que a todos transporta en la fantasía; unas melodías que desde niños han ido acompañando a generaciones. De sabio es ser agradecido y el público así lo hizo constar. La sonrisa dominó el ambiente alegre durante toda la sesión y tras la misma. Así fue el amanecer dorado que siguió a la tormenta.

Luis Suárez

martes, 14 de noviembre de 2017

Creixell Classic – Casal Municipal de Creixell (Tarragona) – Aleksandar Krapovski, violín y Diana Baker, piano – Concierto para Violín nº4 Kv 218 de W.A. Mozart y Concierto para Violín op. 35 de Tchaikovsky (reducción para piano).

Magistral derroche de energía y expresividad por parte de Kaprovski en estas dos obras maestras dedicadas por dos maestros universales, entrelazados entre sí. Tchaikovsky, admirador expreso del arte de Mozart. Para Tchaikovsky, la música de Mozart era como una encarnación de la belleza divina en una forma humana que inspiró amor, y en una notable entrada en el diario de 1886 describió a Mozart como un " Cristo musical ". Esta adoración de Mozart tuvo sus orígenes en la infancia de Tchaikovsky, pues cuando aún no tenía cinco años se conmovió cuando oyó la orquestación que su padre había traído de San Petersburgo, reproducir fragmentos de su ópera "Don Giovanni". Escuchando la música de Mozart despertó en él un "culto apasionado por ese genio" que duró toda su vida. Mozart fue para Tchaikovsky "el músico y artista ideal en todos los aspectos".
La generosidad creativa de ambos es otro punto en común, de ahí se ve en las sendas obras aquí expuestas. La espontaneidad en vena de un jovencito Mozart hace de la obra aquí expuesta una auténtica delicia para cualquier oyente. Bien en esta partitura la reducción orquestal para piano solo puede pasar desapercibida, el violín lleva la voz cantante, Diana Baker acompaña correctamente sin pasar por encima al solista, como en la partitura original discurre por deseo del autor; obra de cámara con una belleza melódica embaucadora. Kaprovski demuestra una gran expresividad y su gozo es transmitido al público, con una lectura nítida y de somero disfrute interior.
Mas es en el bellísimo “Concierto” de Tchaikovsky donde la balanza se decanta ostensiblemente por el violinista macedonio. Lectura acertadamente apasionada de una partitura autobiográfica, de un momento depresivo superado por el ruso, con una predisposición a un tratamiento persuasivo y melancólico del hecho melódico y el acentuado contraste del elemento dramático. Todo ello encuentra, tanto en el ejecutor como en el oyente medio, una adhesión total, con momentos sobrecogedores que impulsan la empatía con el compositor. Esta hermosísima partitura estrenada en Viena el 4 de diciembre de 1881, se desarrolla en un clima poético donde siempre está presente la melancolía eslava. Tchaikovsky da rienda suelta a las introvertidas "pausas" de contemplación vaticinadora de tragedia, así como a las repentinas pinceladas rítmicas y coloristas; cambios drásticos de estado de ánimo, de meditaciones dolorosas y de impulsos de alegría que la crisis existencial parecía haberle negado. Una ejecución apasionada que lejos de ser fruto de un sentimentalismo fácil, se debe a una serie de contradicciones "fatales", que se introducen como una especie de confesión personal. Kaprovski se da el respiro, que el compositor intencionadamente añade en la "Canzonetta - Andante", con cierto sabor eslavo donde, el piano en este caso, expone dulcemente la melodía, que luego repite el violín acentuando la melancolía y el tono romántico que prevalece a lo largo de toda la obra. Delicadas sonoridades llegan a constituir un diálogo con el violín de encantadores contornos; detalles que unidos a la expresión melódica hacen de este pasaje uno de los instantes más bellos e inspirados de la partitura. Un rítmico "Allegro vivacissimo" cambia la atmósfera del movimiento anterior, acercándose así al final de este concierto. El frenesí de las danzas eslavas llega a vislumbrarse a través de los potentes acentos orquestales, que aquí notan su ausencia y ensombrecen la instrumentación original y de las sonoridades del violín, que alcanzan contornos espectaculares en los pasajes que cierra la obra, con un Kaprovski totalmente entregado en un derroche de virtuosismo y sensibilidad suprema. 
Luis Suárez
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lunes, 13 de noviembre de 2017

28 – Octubre - 2017
Teatre de Tarragona – Orquesta Sinfónica Camera Musicae – Alice Sara Ott – Tomàs Grau

Concierto de altas dimensiones con obras de alto calado y difícil ejecución; música terapéutica en tiempos revueltos que resultó saldado con enorme éxito. Los artistas supieron estar a la altura y el público resultó ser agradecido con aplausos vítores merecidos.
La célebre “Obertura Coriolano” op. 62 de Beethoven, estrenada en marzo de 1807, supone ya la cara romántica del germano en estado puro representando la historia del protagonista romano, en un ensayo a menudo tormentoso cuya evolución refleja la acción en el drama narrativo. La forma en “sonata – allegro” resultó interpretada con gran solvencia por la orquesta, con una narrativa perfecta del drama interno del personaje basada en contrastes de oscuridad, con retratos del alma interna y acción en unas impecables lecturas de pasajes de gran belleza lírica. Todo un gran Beethoven en una dirección compacta como bien se merece tal precedente del poema sinfónico.
Y con el creador del género se llegó al punto álgido de la noche. Un deslumbrante Alice Sara Ott con una gran expresividad en la monumental “Totentanz” de Franz Liszt. Arropada por una gran masa orquestal a la altura de las consecuencias, la germano-japonesa acometió con gran solvencia el “De Profundis” desde los primeros compases con estridentes y efectistas acordes oscuros en el piano, sobre los cuales la orquesta toca el tema Dies Irae (Andante), la antigua melodía gregoriana utilizada en la misa de réquiem católica. Después de algunas pirotecnias emocionantes en el piano y otras interpretaciones del tema, siguen seis variaciones. Una mezcla de inocencia y misticismo oscuro, contrastado con brillantes pasajes de fugato y cadencia. Ott y Grau navegan con audacia sobre una partitura de desenlace efectista en lo dramático con la grandilocuencia lisztiana acostumbrada, en una pieza que refleja la fascinación de húngaro por la muerte y lo macabro. Ott domina esa parte del piano que resulta áspera, casi violenta en ciertas secciones, mezclado en el contrapunto medieval de la partitura, manteniendo al mismo tiempo el sonido sinfónico moderno de la pieza, con un montón de áreas grises reflexivas, todas tejidas en la tela más grande de la pieza de concierto. Equilibrando lo fogoso y celestial, Grau controla magistralmente la orquesta, llevándola a las olas de furia de roja sangre. Mientras vivió en París, Liszt visitó horcas para observar a hombres condenados a muerte. Estas sombrías expediciones dieron forma a su visión del mundo y sus valores musicales. La obra tiene largo recorrido histórico. Liszt comenzó a esbozar la pieza en la década de 1830. En 1839 fue a Pisa, en Italia, y vio un fresco: “El Triunfo de la Muerte”. La pintura del siglo XIV ilustra vívidamente el destino de aquellos en el cielo y el infierno. Liszt quedó muy conmovido. Pero no fue hasta 1849 que finalmente creó una versión final. Aun así, tomó más revisiones de la pieza antes de que se completara la versión definitiva (en 1859). El “Totentanz” finalmente se estrenó en 1865 en La Haya, interpretada a la batura por su yerno, Hans von Bulow.
Tras la tempestad llegó la calma. La Suite “Scherzade” op.35 de Rimsky-Korsakov es una obra de brillante orquestación, estrenada en 1888. Inspirada en “Las mil y una noches”, consta de cuatro movimientos narrativos: El mar y el barco de Simbad, El cuento del príncipe Kalender, El joven príncipe y la joven princesa y el último movimiento en el que se suceden el Festival de Bagdad. Una nueva forma de composición, hasta cierto punto a medio camino entre la “Sinfonía Fantástica” de Héctor Berlioz (1830) y el poema sinfónico de Franz Liszt. Probablemente, debido a la trama en la que está basada, está más próxima al poema sinfónico. Grau se enfrentaba a una gran prueba de fuego para toda formación orquestal (por ello el ruso es uno de los mejores orquestadores de la historia). Asimismo fue de gran importancia la mano del concertino, pues en toda la narración está presente, a modo de hilo conductor, el tema de Sheherazade, enunciado por el violín acompañado por tenues arpegios en el arpa y dotado de una melodía llena de arabescos, evocadora del ambiente exótico en que se desenvuelve la historia. La orquesta en una gran paleta supo sacar una brillantez rítmica que requería, aún y a pesar de las leves carencias de sonoridad que muestra la sala. Grau eligió un tempo un poco lento en la segunda parte narrativa, pero resultó solventada asimismo con una gran cohesión narrativa que encierra toda la obra, donde cobra gran importancia la influencia wagneriana en los leitmotivs, conectados de manera consistente con una idea poética o concepto específico, que recorren los cuatro movimientos pero de tal suerte que cada vez expresan diferentes ideas, eventos o imágenes. Una suite de gran consistencia interna debido al empleo de un material unificado (temas y motivos similares), pero al mismo tiempo, que presentase un caleidoscopio de imágenes de cuentos de hadas de carácter oriental. Todo ello en el pleno desarrollo de un mínimo material de ideas melódicas, aprovechadas al máximo y con gran audacia efectista e inspiración en múltiples variaciones representativas de diversos escenarios y estados de ánimo. A destacar por encima la familia de la percusión, de vital importancia en la partitura y profundamente cohesionada.
Brillante concierto finalizado con abrumadores aplausos.

Luis Suárez
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