18-11-2017
Creixell Classics –
Casal municipal de Creixell
Trío Transilvania con
Elisabeth Miranova, piano
El Trío, fundado en la región rumana que lleva su nombre,
está formado por Stefania Zaharia (violín), Alina Stavar (viola) y Makcim
Fernández (violonchelo), todos ellos integrantes de la Orquesta Filarmónica de
su capita, Sibiu; además cuenta con la participación especial de la pianista
rusa Elisabeth Miranova.
Recital de cámara basado en la búsqueda de la parte más
íntima de grandes compositores, buscando sus impresiones a la búsqueda de una
desnudez en sus sentimientos y vivencias de su personalidad y acontecimientos
del día a día. Algo que rara vez se puede lograr fuera del ámbito camerístico.
La primera parte resultó de obras desconocidas del repertorio habitual, mas no
por ello exentas de un manto agradable de música degustativa para un público
entregado. Se sucedieron las diferentes combinaciones entre el grupo con una
correcta conexión entre sus miembros.
Enescu (1881-1955) fue un niño prodigio del violín y también
del piano. Ingresó en el Conservatorio de Viena a la edad de siete años y se
graduó a la edad de 13 años. Al año siguiente continuó sus estudios en el
Conservatorio de París. Se convirtió en virtuoso y maestro del violín, pero
también se dedicó a la composición, que es la rama por la que más se le
recuerda actualmente. Abarcó prácticamente todos los géneros y produjo una
cantidad considerable de música de cámara. Aquí nos encontramos con dos
pequeñas obras de juventud. La “Aubade” (Amanecer), para trío de cuerdas, se
completó en 1899 y se publicó tres años más tarde. “Serenade en Sourdine”
(1899) de compuso para dúo de violín y chelo. Deliciosas canciones de amor,
cantadas por la mañana como parte de los amantes, con una hermosa música
romántica con las voces más bajas, con el violonchelo en particular
interpretando el papel de una guitarra rasgueada. Una cara más desconocida del
autor franco/ rumano que resulta una buena opción donde se requiere un trabajo
más corto para un concierto o tal vez como un bis. Ciertamente no debe perderse
de los repertorios.
Richard Strauss (1864-1949) fue un compositor y director de
orquesta alemán conocido especialmente por sus óperas y poemas sinfónicos, y
aclamado como una figura destacada en la composición romántica alemana
posterior. De su semidesconocida, que no por ello menos interesante y
recientemente grabada en su integral, música de cámara, el grupo escogió este
agradable divertimento de juventud. “Variaciones sobre una canción popular
bávara” (1882) para trío de cuerdas comienza con una línea de violín lírica y
papeles secundarios del chelo y la viola antes de que los tres se unan y cada
uno da un giro con la melodía y el soporte. El tema y la forma de variación se
basan en los elementos folclóricos iniciales, que aparecen en frases fluidas,
secciones en punta y coloridos cambios en el tono. El trío llegaba a equilibrar
melodías suaves con grandes crescendos y declaraciones majestuosas. El final se
acerca a los últimos momentos al unísono en una furtiva frenética.
Johan Halvorsen (1864-
1935) fue un
compositor,
director de orquesta y
violinista noruego,
célebre en su época pero luego olvidado hasta hace poco, que dos sellos
discográficos conocidos han recuperado su obra orquestal y de cámara. De él nos
llegan estas “Zarabanda con variaciones para dúo de violín y viola sobre un
tema de Händel” (1914) Basado en el
movimiento de la “Suite de teclado Händel en Sol menor, HWV 432”. El dúo
abrió la partitura con una disposición relativamente sin adornos del tema
original durante la primera parte de su arreglo, pero pronto la música florece
en una serie de variaciones separadas, algunas líricas y expresivas, otros
explosivamente virtuosas.
Y así se llegó a la segunda y diferenciada parte del
recital, con la obra estrella. Cuando la “Sonata para violonchelo y piano,
op.40” de Shostakovich recibió su estreno en diciembre de 1934, muchos de sus
contemporáneos se impresionaron por su lenguaje conservador. Su imagen como el “enfant
terrible” de la Unión Soviética aún no se había desvanecido a pesar de su
regreso público a un lenguaje musical más accesible en su aclamada, y luego
repudiada por el propio Stalin, ópera “Lady Macbeth”, estrenada ese mismo año.
Alrededor de este tiempo Shostakovich escribió varios artículos que describen
su búsqueda de un lenguaje simple, claro y expresivo. Aunque esa búsqueda fue
para llevarlo al mundo profundamente ambivalente de la “Cuarta Sinfonía” de
1936, la “Sonata” es claramente una manifestación temprana de esta nueva
tendencia. Desde el comienzo se siente como una nueva partida. Su apertura
suavemente oscilante no suena como todo lo que Shostakovich había escrito
antes; la repetición muy consciente de la exposición sonata es casi una
declaración de fe en los primeros principios clásicos. Su lenguaje está
impregnado de entonaciones de música popular y “Lady Macbeth”. Los solistas
mostraron gran concentración en una lectura ariosa que se puede escuchar en el inicial
Moderato. En el Scherzo Shostakovich recupera el buen humor del “Primer
Concierto para piano” del año anterior, otra obra maestra, manteniendo el
espíritu maníaco de las influencias del music-hall a escasa distancia,
alternando con una aspereza de raíces populares rusas con una perfecta escritura
de sus ritmos repetidos y gruesos. El Largo
de hace un eco fuertemente en su fraseo de cuatro compases, su forma melódica e
incluso en un punto por una alusión cercana a la ópera citada, con una
percepción poética e introspectiva hechizante. El final es inusualmente claro para lo que se
esperaba del genio ruso. Comienza con un animado tema de piano que pronto
retomará el violoncelo y se extenderá dos veces con pases intensivos, en lo que
son episodios de un diseño de rondo modificado, con pases intermedios de pleno
ingenio.
En definitiva, para una obra apenas ensayada entre ambos
artistas: ¡¡solo apenas dos días!!, se puede decir que el resultado ha sido
óptimo. Con un discurso difícil y fracturado entre ambos instrumentos, las
cualidades de máxima expresividad por parte del chelo apoyado en un piano tanto
agresivo que no sirve de mero acompañante sino como solista a la par. Grandes
dificultades de glissandi y pizzicatos contrastantes con el piano, conteniendo una
fluidez hermosa, destacando las semicorcheas del violonchelo y las escalas del
piano en unas ideas poéticas que cada vez que la música se vuelve más introspectiva
lanzan un hechizo mágico entre el oyente para tener a cada uno colgando de cada
nota.
Luis Suárez
https://asociacionamigosdelartevita.wordpress.com/