25/11/2017 – Teatre
de Tarragona
Avi Avital con la
Orquestra Simfònica Camera Musicae interpretan a Vivaldi
Una vez más el público salió embrujado del sonido emanado de
un solista fuera de serie. Avital hizo saltar de los asistentes toda clase de
elogios, durante y a la salida del recital. Y es que del profundo hipnotismo
que produce ver y escuchar al genial músico israelí, se pasa a la sonrisa
generalizada a la salida del auditorio. De una manera muy audaz elude todo
prejuicio antes de comenzar; no hay canción de la “Mandolina del Capitán
Corelli”, película de calidad floja a la que mucha gente suele relacionar dicho
instrumento. Avital redefine astutamente los instrumentos originales, como el
violín, con una textura destilada y eficaz llegando a una transformación
verdaderamente inquietante. Una sensibilidad en lo tempos lentos hechizante y
un virtuosismo fuera de toda duda, con una versatilidad de recursos desbordante
en los contrastantes tempos agitados, tocado con delicadeza, energía,
virtuosismo con los dedos y un corazón cautivador.
No obstante existen conciertos propios realizados para este
instrumento, las dos obras que Vivaldi escribió para este instrumento (sin
contar el “Concierto per molti strumenti” RV 558 donde Vivaldi escribe una
parte para dos mandolinas), son uno de los más altos ejemplos de la genialidad
de este gran compositor italiano. Vivaldi se acerca a la mandolina con
extraordinaria inteligencia, logrando entender inmediatamente sus cualidades y
sus límites, estudiando con paciencia su sonido metálico y frágil, sus colores
agudos y delicados y sus armónicos. Lo que más impresiona es la inteligencia
musical del “cura pelirrojo” en controlar los diversos instrumentos y el
equilibrio musical entre éstos. Ojalá Avital se hubiera podido transformar en
dos para deleitarnos con tan bello “Concierto a dúo” existente.
Otro acierto de la dirección artística es la presencia del
eterno veneciano bien dosificado, que sin llegar a saturar un programa
excesivamente, como en algunos casos se ha dado, impera lleno de exuberancia,
alegría y calor mediterráneo. Influencia para compositores de toda Europa, como
J. S. Bach o Johann J. Quantz, es el elemento veneciano más que el romano el
que imitan la mayoría de los compositores. Johann Sebastián Bach tomó varios de
los conciertos de la op. 3; tres para clave, dos para órgano, y uno para cuatro
claves y orquesta, efecto que mantuvo el nombre de Vivaldi vivo hasta su
muerte. “L'Estro armonico”, con cuyo “Concierto nº11” RV 565, con el que
comienza el recital, constituyó un auténtico “boom” editorial, que dio lugar a
toda una cadena de colecciones de conciertos al estilo veneciano. La orquesta
le sacó toda su dinámica y estilo agradable de contrastes que posee la
composición. Obra musical ingeniosa y de exuberante belleza.
La velada finalizó afrontando una de las obras más
frecuentadas de la historia de la música. Viendo las dificultades que tendría,
se pasaría a profesor de violín en una escuela de chicas huérfanas, el Pio Ospedalle della Carità, que por
proximidad y confianza acabarían siendo las que darían muchas de las premiers de
sus obras. Una música de temperamento y belleza en la que el violín aprendido
de mano de su padre, sabe destacar de manera solista. Está lleno de florituras
(notas rápidas agudas, como si fueran pájaros) y toques dramáticos (que son más
graves o intermedias). Lo que más destaca en sus creaciones es que suena como
si la naturaleza creciera ante nuestros ojos. Cuatro de estos conciertos,
pertenecientes a “Il cimento dell´armonia
e dell´invenzione” y reunidos en el Op. 8 (1725) escritos para violín
solista, orquesta de cuerdas y clavecín, son los que se conocen con el nombre
de “Las cuatro estaciones”. Después de tener en mente incontables versiones de
la obra, es incluso arriesgado llevarla a cabo sin enfrentarse a comparaciones.
El “Invierno” pasó de nuevo por las manos de Avital suplantando al violín,
consiguiendo el efecto de temblar sobre la nieve y el viento, con un sólido
caminar sobre el hielo arropado por la seguridad firme de las cuerdas y clave
de la orquesta. “El Verano” pasó por el violín de Joel Bardolet, concertino de
la orquesta, con una versión personal marcando el ambiente pesado y caluroso,
alternando con las voces de las aves. Las frases acentuadas y marcadas
firmemente, simulando los truenos y relámpagos de una sólida tempestad que
desemboca en un cálido aplauso. Una orquesta que mostró de nuevo su cara más
flexible, el efecto acordeón que plasma en su capacidad de transformación entre épocas y obras de calado
más mega-sinfónico a conjuntos de cámara conjuntados con precisión y firmeza.
Efecto relajante que sabe apreciar cualquier melómano, destacando las bellezas
del arte barroco.
Luis Suárez
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