Jorge Grundman – “Shoah” - Vicente Cueva,
violín – Non Profit Music
El polifacético compositor e ingeniero Jorge Grundman,
declarado defensor de tender puentes entre las esferas clásica y popular, nos
presenta este trabajo que, sin embargo, muestra pocas conexiones con la música
popular más allá de su orientación ampliamente tonal y el efecto es inusual. Las
partes de la extensa Partita tienen un ritmo lento y se basan en testimonios de
historias y textura cautivadora, conmovedora con el efecto de la belleza a
partes iguales entre la lectura musical de los textos que acompaña y la
tristeza de los mimos. El impacto es directo en su atractivo emocional. Nos
mueve lentamente hacia un enunciado afirmativo al final. “Shoah” supone una prueba de fuerza para
cualquier violinista. Vicente Cueva tiene que enfrentarse no solo a las
dificultades técnicas sino también a sus propias emociones de narrador - actor.
Las bellas partes de la obra cuentan aquello que en realidad sucedió,
auténticas barbaridades realizadas conscientemente por el ser humano. Todo ello
en base a testimonios integrados de forma natural en el devenir de la obra
musical. Sus frases musicales llegan directas al corazón.
Theresienstadt (Terezín), campo de concentración checo, es
casi sinónimo de "la música de la Shoah" por el nivel cualitativo y
cuantitativo de la vida musical que allí se desarrollaba. Entre los detenidos
se encontraban numerosos músicos. En un principio tenían que tocar en secreto,
pero después los nazis, como fórmula para evitar cualquier tentativa de huida o
protesta, autorizaron conciertos y representaciones de óperas (Smetana, Mozart,
Bizet e incluso Mendelssohn, prohibido por Hitler porque era judío). A fines de
1944, los músicos de Terezin fueron deportados a Auschwitz. Se escribió crítica
de música, se impartió instrucción musical y se creó un "estudio de música
moderna" liderado por Viktor Ulmann. Pero todo como un espejismo, ya que,
como sus compañeros prisioneros, los músicos sufrían de hambre, corrían riesgo
por los brotes de enfermedades y estaban amenazados por las deportaciones. Otro
caso es el del músico Erwin Schulhoff (1984/1942) que recogió su visado para
emigrar el 13 de junio de 1941, pero, con la invasión nazi de la Unión
Soviética el 22 de junio, abandonó el país. Todo se volvió imposible, y
Schulhoff fue arrestado al día siguiente. A diferencia de otras figuras
culturales checas muy conocidas, como los compositores Pavel Haas, Gideon
Klein, el mencionado Viktor Ullmann y Hans Krása, Schulhoff fue arrestado por
ser ciudadano soviético, en lugar de ser judío, y no era llevado al notorio
campamento de Theresienstadt. Inicialmente celebrado en la YMCA de Praga,
Schulhoff fue deportado a un campo de concentración en Wülzburg, Baviera, donde
murió de tuberculosis en agosto de 1942.
Friedl Dicker-Brandeis (1898–1944) llenó dos maletas con
cerca de cuatro mil quinientos dibujos realizados entre 1942 y 1944 por los
niños a quienes daba clases clandestinas en el gueto de Terezín. Hizo ver a sus
alumnos que el dibujo era una forma de comunicarse e hizo de su rutina
pictórica una especie de terapia. Esos dibujos son, en palabras del compositor
Jorge Grundman, todo lo que queda de las almas de aquellos niños. "Tuve la
gran oportunidad de que esas almas en conjunto me hiciesen llorar. He escrito
música para que nunca se olvide el Holocausto". El resultado nada tiene
que ver con una obra de refinamiento virtuoso ni acogerse a una sólida
estructura musical. La bellísima música de Grundman evoca a la tristeza con
frases desnudas que reclaman el no olvido. Vicente Cueva logra un efecto
contagioso con su Stradivarius “Auer” de 1691 y una técnica impoluta reforzada
por una expresividad impregnante de sensibilidad. Resultado pues óptimo para
una longeva obra, en parte debido a la insistencia sobre el compositor del
propio intérprete, de casi una hora de duración que no defrauda, mas bien
cautiva el alma.
Luis Suárez
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