31/05/2018
Fundación AMYC,
Aravaca (Madrid) – Angela Casas, violín y Eduardo Frías, piano
Obras de Mozart,
Jorge Grundman, Joaquín Turina
Bello recital de cámara en la sede la Fundación AMYC
dedicado a la poesía musical bajo un entorno adecuado al uso, con la Casa Museo
repleta de belleza natural y pictórica encuadrada en el Siglo XX. Una acústica buena
y unos intérpretes entregados hicieron el resto. Tres autores y tres maneras de
concebir la plasmación del poemario en el pentagrama, con cuatro obras en la
plenitud de la belleza sonora que necesariamente requieren de una lectura
adecuada, lo cual vino al caso cerrando un círculo perfecto conceptual.
La primera de las aportaciones fue la “Sonata KV301” (1778) de
un siempre bienvenido Mozart. Bajo el paraguas de una música verdaderamente
sentimental (la muerte de su madre queda plasmada en sus bellos pasajes) el
papel absolutamente independiente entre los dos instrumentos ha sido en todo
momento crucial, lo cual da a entender un cuidado ensayo entre ambos de una
pieza que está en solo dos movimientos, un Allegro con Spirito seguido de un
Allegro en forma de Rondó, del cual su
episodio de modo menor proporciona un raro ejemplo en el clasicismo de que el
violín y piano logran una dominación del equilibrio indiscutible en unos
fraseos llenos de lamento.
Joaquín Turina, cuyo lenguaje musical influido por su
formación parisina en la Scholla Cantorum no supuso un obstáculo para un
talento nato que, desde el consejo de Felipe Pedrell, aunque conservador
comparado con gente como Falla, se inspiró en la misma mezcla de tradiciones
populares españolas e impresionismo francés que animaba el trabajo de sus colegas
más famosos. La combinación de violín y piano que se escucha aquí es la
fantasía en cuatro movimientos “El Poema para una Sanluqueña”, op. 28, de 1923,
poemario cuyas cualidades programáticas son del tipo que mejor explota la
tensión en el trabajo del sevillano por fusionar las fuentes citadas. Sanlúcar,
una ciudad en la provincia de Cádiz, al sur de España, fue un lugar de
vacaciones favorito para el compositor, queda plasmada en una bellísima obra no
específicamente descriptiva, sino que trataba el estado de ánimo evocado por un
dicho local: "Las muchachas de Sanlúcar no se casan, y los niños de
Sanlúcar se casan con extrañas". La interpretación fue seguida de fuertes
contrastes dialogantes que siguen claramente al protagonista imaginado desde el
frente de su espejo, a través de un episodio de fantasía y en una iglesia. Es
un trabajo raro que podría adaptarse a cualquier número de programas de
recitales, como es el caso. La violinista Casals, y el pianista Frías dan
interpretaciones precisas y carismáticas, y el sonido se acoplaba de una manera
singularmente clara y con pretensiones expresivas. Un buen hallazgo para
cualquier amante de la música española y en general, de una obra que dada su
hermosura sublime es de agradecer su escucha pormenorizada en los detalles.
La sorpresa era la estancia en la sala del compositor
contemporáneo Jorge Grundman. Dos obras para violín y piano, por el mismo
presentadas, nos muestran ese sonido propio e inconfundible nacido de una
reacción a los excesos de las vanguardias de la segunda mitad del Siglo XX, con
una decidida apuesta por un lenguaje inteligible, melódico y tonal, aunque al
menos para un servidor, la disonancia es bella, sus dos “Sontas para violín y
piano”: “Lo que Inspira la Poesía (2008)” y “Sonata Blanca (el niño que nunca
quiso crecer – 2012)”, de un estilo inconfundible apoyado en pinceladas
minimalistas y melodías agradables y expresivas, algunas de ellas sin un fin
visible a horizonte cercano pero sin llegar por ello, como en algunos otros
casos a exasperar al oyente ni intérprete. Bellas obras de gran exigencia
técnica a concentración perpetua, saldadas por nuestros protagonistas de una
manera intachable. Aspectos musicales en continua variación con las armonías relativas
estáticas, tempos, texturas, dinámica y la velocidad de las progresiones de
acordes. Desafíos expresivos perfectamente controlados. Obras que con la
defensa de intérpretes, musicólogos y melómanos, como los que se dieron en este
caso, resistirán el paso del tiempo para que en la nueva era coexistan todas
las partes divergentes en perfecta armonía, como en la mayor parte del siglo
pasado. A mayor diversidad compositiva, mayor beneficio para el mundo sublime
de la música.
Luis Suárez
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