Dvorak, Antonín. String Quartet nº2 B.17. Bagatelles
Op.47. Rondó, Op.94. Fine Quartet. Morooka, Ryoko, Harmonium.
Simonian, Stepan, piano.
NAXOS 8.574513 · DDD · 74’ · ****
El programa
exclusivamente de la produciión camerística de Antonín Dvořák tiene como pieza
central uno de sus primeros cuartetos de cuerda raramente interpretados, el n.º 2 en si bemol mayor (B.17) de
1868-1869. Esta interpretación se complementa con las encantadoras “Bagatelles,
op. 47” (con Harmonium) y “Rondo, op.94”, para violonchelo y piano.
Entre 1869 y 1870, en el
apogeo de su fase wagneriana, Dvořák redactó tres cuartetos de cuerda: B17-19,
en si bemol mayor, re mayor y mi menor respectivamente, números 2-4 en el canon
general de sus 14 obras para el medio, un número nada despreciable y no lo
suficientemente conocida aún. No pensaba mucho en ellos, muchos se han perdido
una vez quemadas las partituras, como su amigo del alma Johannes Brahms. Pero
las partes (las del si bemol de otra mano aunque corregidas por él)
sobrevivieron, descubiertas tras su muerte en posesión del violinista y
director jubilado del Conservatorio de Praga, Antonín Bennewitz (profesor de
Léhar y yerno de Dvořák, Josef Suk). Publicada en 1962, la primera
interpretación conocida de si bemol fue realizada de forma privada en Praga por
el Cuarteto Ondříček el 16 de noviembre de 1932.
Las páginas monumentales
juveniles para cámara no se encuentran entre las obras maestras inmortales del
género, pero ofrecen música lo suficientemente entretenida y agradable como
para ser considerados clásicos de máximo interés de la música de cámara. Así
como el resto de obras expuestas, comparten la artesanía, el rigor intelectual
y el buen gusto que son característicos del estilo del genio checo. Sin
embargo, estas piezas son en gran medida de orientación melódica y homofónica y
tienen relativamente pocas voces independientes y réplicas atractivas que
fueron esenciales para los grandes cuartetos de cuerda de los períodos clásico
y romántico temprano. Al igual que otros románticos tardíos, que tendían a
considerar la forma como esencialmente lírica, con interrupciones ocasionales
de interludios fugaces y de desarrollo, escribió música para el cuarteto del cual
él mismo formaba parte que a veces parecía diseñada más para el teclado que
para intérpretes de cuatro cuerdas. Conocía todos los recursos técnicos de los
instrumentos de cuerda y sus partes están llenos de toques idiomáticos. Se
tratan de obras de salón encantadoras y de gran interés para seguir el
pulimiento del compositor, y el Cuarteto las interpreta con un aire ligero y
genial, comprometidos con la música, dejan la impresión de que tocan casi sin
esfuerzo y evitan por completo la pretensión. Naxos proporciona un sonido
limpio con una acústica agradable que da profundidad y color a las cuerdas. Ciertamente
el sello puede presumir de haber revivido un repertorio oscuro; obras del
romanticismo tardío en toda regla, de escritura melódica. Felicitaciones al Fine
Quartet por un programa atrevido que ofrece algunos hallazgos reales que hasta
entonces pocas veces se habían grabado.
Luis Suárez
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