20/02/2019 – Universos
Literarios - Auditorio de CaixaFórum,
Tarragona - Conferencia y presentación por parte de Víctor Amela de su última
producción literaria, “Yo pude Salvar a Lorca” (Destino 2018).
De nuevo el prestigioso decano de la crítica televisiva,
columnista de La Vanguardia y novelista, Víctor Amela, tiene a bien mantener
una charla sobre su afán devorador de libros, desde la más tierna infancia, y
hablarnos de su última aportación al género literario. Su carácter abierto, diplomático,
locuaz y para nada parco en palabras, hacen de estos encuentros un momento de
ambiente ideal para crear una empatía entre lector y escritor. Bajo un espacio
amplio y acogedor, en un lleno absoluto dentro de una sociedad que, según los últimos
estudios sociológicos, apenas leer ni escribe, se puede considerar un éxito la
capacidad de atracción de nuestro protagonista.
La primera parte comienza con una confesión de sus acercamientos
al mundo de los libros, allá donde se cruzan los caminos entre él y un servidor;
esos libros de autores de la literatura infantil como Jules Verne, Emilio
Salgari, Jack London, H. Melville, Stevenson… o el mundo de “Los Cinco”, “Los
Tres Investigadores de Hitchcock”…, el mundo de cómic… Donde la imaginación del
mundo del niño fluye entre los viejos papeles de libros de biblioteca. Aquellos
tiempos donde las pagas se diluían en esas ediciones de bolsillo que se veían
en los escaparates las librerías añoradas…
Y es que la suerte de los poetas, novelistas, pintores, compositores,
escultores, cineastas… es que aunque sus tumbas y casas – museos visitemos para
sumergirnos en sus espíritus, esos nunca en realidad metafórica han dejado este
mundo; la obra dejada para la posteridad los hace inmortales y vigentes.
La segunda parte de la charla tiene su comienzo en una noche
de 1970 en un piso del barrio de Trinidad Nueva en Barcelona, cuando un
“abuelito” musita a su pequeño nieto: “Yo pude salvar a Lorca”, tras reconocer
en el telediario (en “el parte”, como dice el anciano) a un amigo poeta, Luis
Rosales, por entonces Académico de la Lengua y Premio Cervantes… El niño, decano
en años cumplidos, no se atreve a preguntar, ni se atreverá con el correr de
los años, sea por timidez, pudor, distancia o un infranqueable muro de silencio
que alza en su torno el adusto, cauteloso y discreto abuelo… Amela, hábil
narrador de historias, que de momentos no tiene que recurrir a la excesiva
imaginación para crearlas, ya que está visto que en su familia hay excavaciones
abundantes que realizar para encontrar argumentos históricos, entrelaza
historias paralelas y una paleta de secundarios inolvidables, algunos de ellos
personajes de relevancia histórica: Luis Rosales, José Valdés, Ramón Ruiz
Alonso, Emilia Llanos, gran amiga de Federico… o el desconsolado Agustín Penón
(Barcelona, 1920-Costa Rica, 1976), el que fuera infatigable y malogrado primer
gran investigador de la pasión y muerte de Federico García Lorca. Y otros
personajes son anónimos para nosotros (hasta ahora), pero no menos relevantes:
el mismo tío José Amela o el sentimental y humanísimo anarcosindicalista del
barrio de la Trinitat, Progrés Pujol, desaparecido en el exilio francés, la
pequeña Palmira de madre represaliada, el joven Manolillo “el comunista”,
enterrador forzado de las infames cunetas de Víznar, ayudado por un medio
gitanillo llamado Jacinto (y que al final de la novela reencontraremos muchos
años después enseñado unos acordes de guitarra a alguien en Montreal…), o Justo
Garrido, aquel maestro republicano oculto en un cortijo de La Alpujarra… y que
en Colliure cruzará unas palabras con Antonio Machado. Víctor Amela consigue
trenzar, mediante veloces escenas similares al celuloide, logrados diálogos y
certeras reflexiones en tres tiempos de una historia truncada, conmovedora y
dolorosa. Uno, el cruel tiempo de la contienda; dos, el de la dura posguerra en
el extrarradio barcelonés y en el exilio del campo de refugiados de
Saint-Cyprien y en Colliure, y tres, la actualidad desde la que indaga y narra
el nieto del hombre que pudo salvar a Lorca. El presente se condensa apuñalado
del silencio de los derrotados, y ahí el autor se devana en componer alguna
conclusión con los fragmentos de una memoria rota…
Esta novela que alterna
en ágil contrapunto la historia de su abuelo materno con la del joven catalán
que un día será su tío paterno, José Amela, reclutado para combatir en el Ebro
con “la quinta del biberón”: tras resultar herido en combate se alistará en
Barcelona en el republicano Cuerpo de Carabineros, por lo que al final de la
guerra acabará prisionero de los vencedores en el Penal del Puerto de Santa
María, en Cádiz…, lugar siniestro al que será también destinado como carcelero
Manuel Bonilla. Una coincidencia que sólo saldrá a la luz cuándo un adolescente
(hoy el narrador), durante la comida de Año Nuevo de 1980, se atreverá a
formular una pregunta a su tío y a su abuelo… Y sus respuestas engendrarán esta
novela…
Y sobre todo esto, emerge el impagable y afinado retrato del
poeta de Fuente Vaqueros que la sugerente pluma de Amela alcanza, pues en sucesivas
escenas reconstruyen laboriosa y refinadamente las actitudes, filosofía,
recitados y poética de Federico, acudiendo a sus versos, declaraciones, cartas
y testimonios hasta cuajar una rara magia: al lector le parece estar escuchando
en estas páginas la mismísima voz de Federico García Lorca. Como en una ocasión
le dijo a Amela el íntimo amigo de Lorca en la Residencia, Pepín Bello: “¡Ah,
la voz de Federico…! No ha existido voz igual… ¡Qué lástima me dais todos los
que no habéis podido oírle! Federico, Federico…”. En las páginas de esta novela
quizá podrá el lector percibir un eco… Y por esto y por cada una de las
historias emergidas de una investigación bien documentada, sí, por eso Amela ha
escrito esta novela.
Luis Suárez
Humanista, crítico y divulgador musical – cultural.
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