jueves, 21 de febrero de 2019


20/02/2019 – Universos Literarios - Auditorio  de CaixaFórum, Tarragona - Conferencia y presentación por parte de Víctor Amela de su última producción literaria, “Yo pude Salvar a Lorca” (Destino 2018).
De nuevo el prestigioso decano de la crítica televisiva, columnista de La Vanguardia y novelista, Víctor Amela, tiene a bien mantener una charla sobre su afán devorador de libros, desde la más tierna infancia, y hablarnos de su última aportación al género literario. Su carácter abierto, diplomático, locuaz y para nada parco en palabras, hacen de estos encuentros un momento de ambiente ideal para crear una empatía entre lector y escritor. Bajo un espacio amplio y acogedor, en un lleno absoluto dentro de una sociedad que, según los últimos estudios sociológicos, apenas leer ni escribe, se puede considerar un éxito la capacidad de atracción de nuestro protagonista.
La primera parte comienza con una confesión de sus acercamientos al mundo de los libros, allá donde se cruzan los caminos entre él y un servidor; esos libros de autores de la literatura infantil como Jules Verne, Emilio Salgari, Jack London, H. Melville, Stevenson… o el mundo de “Los Cinco”, “Los Tres Investigadores de Hitchcock”…, el mundo de cómic… Donde la imaginación del mundo del niño fluye entre los viejos papeles de libros de biblioteca. Aquellos tiempos donde las pagas se diluían en esas ediciones de bolsillo que se veían en los escaparates las librerías añoradas…
Y es que la suerte de los poetas, novelistas, pintores, compositores, escultores, cineastas… es que aunque sus tumbas y casas – museos visitemos para sumergirnos en sus espíritus, esos nunca en realidad metafórica han dejado este mundo; la obra dejada para la posteridad los hace inmortales y vigentes.
La segunda parte de la charla tiene su comienzo en una noche de 1970 en un piso del barrio de Trinidad Nueva en Barcelona, cuando un “abuelito” musita a su pequeño nieto: “Yo pude salvar a Lorca”, tras reconocer en el telediario (en “el parte”, como dice el anciano) a un amigo poeta, Luis Rosales, por entonces Académico de la Lengua y Premio Cervantes… El niño, decano en años cumplidos, no se atreve a preguntar, ni se atreverá con el correr de los años, sea por timidez, pudor, distancia o un infranqueable muro de silencio que alza en su torno el adusto, cauteloso y discreto abuelo… Amela, hábil narrador de historias, que de momentos no tiene que recurrir a la excesiva imaginación para crearlas, ya que está visto que en su familia hay excavaciones abundantes que realizar para encontrar argumentos históricos, entrelaza historias paralelas y una paleta de secundarios inolvidables, algunos de ellos personajes de relevancia histórica: Luis Rosales, José Valdés, Ramón Ruiz Alonso, Emilia Llanos, gran amiga de Federico… o el desconsolado Agustín Penón (Barcelona, 1920-Costa Rica, 1976), el que fuera infatigable y malogrado primer gran investigador de la pasión y muerte de Federico García Lorca. Y otros personajes son anónimos para nosotros (hasta ahora), pero no menos relevantes: el mismo tío José Amela o el sentimental y humanísimo anarcosindicalista del barrio de la Trinitat, Progrés Pujol, desaparecido en el exilio francés, la pequeña Palmira de madre represaliada, el joven Manolillo “el comunista”, enterrador forzado de las infames cunetas de Víznar, ayudado por un medio gitanillo llamado Jacinto (y que al final de la novela reencontraremos muchos años después enseñado unos acordes de guitarra a alguien en Montreal…), o Justo Garrido, aquel maestro republicano oculto en un cortijo de La Alpujarra… y que en Colliure cruzará unas palabras con Antonio Machado. Víctor Amela consigue trenzar, mediante veloces escenas similares al celuloide, logrados diálogos y certeras reflexiones en tres tiempos de una historia truncada, conmovedora y dolorosa. Uno, el cruel tiempo de la contienda; dos, el de la dura posguerra en el extrarradio barcelonés y en el exilio del campo de refugiados de Saint-Cyprien y en Colliure, y tres, la actualidad desde la que indaga y narra el nieto del hombre que pudo salvar a Lorca. El presente se condensa apuñalado del silencio de los derrotados, y ahí el autor se devana en componer alguna conclusión con los fragmentos de una memoria rota…
Esta novela  que alterna en ágil contrapunto la historia de su abuelo materno con la del joven catalán que un día será su tío paterno, José Amela, reclutado para combatir en el Ebro con “la quinta del biberón”: tras resultar herido en combate se alistará en Barcelona en el republicano Cuerpo de Carabineros, por lo que al final de la guerra acabará prisionero de los vencedores en el Penal del Puerto de Santa María, en Cádiz…, lugar siniestro al que será también destinado como carcelero Manuel Bonilla. Una coincidencia que sólo saldrá a la luz cuándo un adolescente (hoy el narrador), durante la comida de Año Nuevo de 1980, se atreverá a formular una pregunta a su tío y a su abuelo… Y sus respuestas engendrarán esta novela…
Y sobre todo esto, emerge el impagable y afinado retrato del poeta de Fuente Vaqueros que la sugerente pluma de Amela alcanza, pues en sucesivas escenas reconstruyen laboriosa y refinadamente las actitudes, filosofía, recitados y poética de Federico, acudiendo a sus versos, declaraciones, cartas y testimonios hasta cuajar una rara magia: al lector le parece estar escuchando en estas páginas la mismísima voz de Federico García Lorca. Como en una ocasión le dijo a Amela el íntimo amigo de Lorca en la Residencia, Pepín Bello: “¡Ah, la voz de Federico…! No ha existido voz igual… ¡Qué lástima me dais todos los que no habéis podido oírle! Federico, Federico…”. En las páginas de esta novela quizá podrá el lector percibir un eco… Y por esto y por cada una de las historias emergidas de una investigación bien documentada, sí, por eso Amela ha escrito esta novela.
Luis Suárez
Humanista, crítico y divulgador musical – cultural.

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