8/9 y 10 de junio del 2018 – Auditori de Hospitalet de
Hospitalet del Infant, Tarragona – Esglesia
de l'Assumpció de Valldoreix - Catedral de Barcelona
“Vesperae solennes
de confesores, KV 339” y “Réquiem, KV 626” de Wolfang Amadeus Mozart –
Orquestra Simfònica Camera Musicae – Coro de Cámara Francesc Valls – Roger
Padullés, tenor, Gemma Coma-Alabert, contralto, Irene Mas, soprano, Sebastià
Peris, bajo – Salvador Mas, director.
De la Catedral de Salzburgo a la de Barcelona. Así
pasamos a través del tiempo al segundo de los dos escenarios del servicio
vespertino compuesto por Mozart para uso litúrgico, a las órdenes del Arzobispo
Colloredo, de la primera diócesis citada, en 1780. Famosa por la belleza de su
aria para soprano “Laudate Dominum” (Salmo 116), donde Irene Mas expuso una
bella coloratura para exultación del público, data de poco después de que el
compositor regresara del abortado viaje a París que presenció la muerte de su
madre. Todo el conjunto de intérpretes sonó compacto en esta audaz música en
los primeros tres salmos, mientras que Laudate
pueri, es un ejercicio de contrapunto estricto y anticuado, un movimiento
perfectamente trazado con austeridad en total contraste a la belleza radiante y
tranquila de Laudate Dominum citada.
Una obra maestra y singular, dado que cada salmo se establece como un
movimiento continuo, en lugar de dividirse en arias, conjuntos y coros
separados en el estilo operístico que invade la música de la iglesia en ese
momento. Así lo supo entender Mas, que imprimió una dirección solemne en cada
momento que sin caer en la exuberancia como tal oficio litúrgico debe
entenderse.
De ahí se pasó al memorable “Réquiem”, quizás es el logro
más sublime que el período del clasicismo haya contribuido a la iglesia. La
composición del lecho de muerte de Mozart tuvo un gran atractivo para el siglo
diecinueve; en el vigésimo supuestamente más racional, ascendió a un estado
verdaderamente icónico. Algo en la gravedad y sutileza de la música afecta a
cada generación sucesiva. Aquí Salvador Mas nos trajo una versión propia de
corrección sobre errores de la conclusión compositiva realizado por un
adolescente Sússmayr. Una forma superior de música eclesiástica que Mozart
siempre hubiera deseado y al final logró. Los eruditos han intentado diligentemente
distinguir la obra de Mozart del mal manejo de Süssmayr de sus intenciones.
Durante las cinco secciones que ocupan la magna obra (Réquiem, Kyrie, Sequence ("Dies Irae"), Offertory, Sanctus y
Agnus Dei), de nuevo Mas opta por una apuesta más a la espiritualidad. La
belleza de su diseño es prácticamente indescriptible y la belleza de la música
es asimismo irresistible. Nos transporta mucho más allá de los límites
ordinarios de la vida secular hacia los dominios de la espiritualidad revelados
solo por los artistas más grandes. El coro ofreció una excelente proyección y
profundidad dramática, manteniendo siempre el equilibrio con la orquesta y los
solistas. En todo momento, la escritura coral impulsa la música de Mozart;
incluso los cuatro solistas, con una corrección absoluta, rara vez cantan
solos. La orquestación de color oscuro sostiene el coro con motivos a menudo
vívidos. Este aspecto pictórico es más evidente en la secuencia: "Tuba mirum" (solo trombón), "Rex tremendae" (ritmos regios
punteados), "Confutatis"
(acompañamiento de fuego) y "Lachrymosa"
(cadenas de suspiros). Los movimientos individuales no solo muestran un nivel
extraordinario de unidad motívica, sino que Mozart cuidadosamente crea
relaciones asimismo motívicas en todo el Réquiem. La primera melodía cantada
por los bajos ("Requiem
aeternam"), por ejemplo, se repite al final, cerrando un círculo
compositivo perfecto; la melodía de apertura de "Dies irae" se traduce en modo principal para abrir el "Sanctus". Sus fugas hacen
referencia deliberadamente a Bach… Cualquiera que se haya acercado a escuchar esta
misa pro-difuntos de Mozart sabe que a lo largo del concierto tuvo una parte de
un juego de emociones que no se pueden controlar; se sincronizará con la obra y
se encontrará con melodías que elevarán su espíritu y que lo harán
incontenibles las lágrimas. Toda la obra goza de una belleza inefable que se
viera correspondida con esta versión ofrecida con toda su fuerza espiritual,
riqueza tímbrica y de manera contenida, como para lo que fue creada. La vida
termina en la tierra, pero nos espera otra existencia…, quizá otra oportunidad.
Luis Suárez
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