lunes, 11 de junio de 2018


8/9 y 10 de junio del 2018 – Auditori de Hospitalet de Hospitalet del Infant, Tarragona –  Esglesia de l'Assumpció de Valldoreix - Catedral de Barcelona

“Vesperae solennes de confesores, KV 339” y “Réquiem, KV 626” de Wolfang Amadeus Mozart – Orquestra Simfònica Camera Musicae – Coro de Cámara Francesc Valls – Roger Padullés, tenor, Gemma Coma-Alabert, contralto, Irene Mas, soprano, Sebastià Peris, bajo – Salvador Mas, director.
De la Catedral de Salzburgo a la de Barcelona. Así pasamos a través del tiempo al segundo de los dos escenarios del servicio vespertino compuesto por Mozart para uso litúrgico, a las órdenes del Arzobispo Colloredo, de la primera diócesis citada, en 1780. Famosa por la belleza de su aria para soprano “Laudate Dominum” (Salmo 116), donde Irene Mas expuso una bella coloratura para exultación del público, data de poco después de que el compositor regresara del abortado viaje a París que presenció la muerte de su madre. Todo el conjunto de intérpretes sonó compacto en esta audaz música en los primeros tres salmos, mientras que Laudate pueri, es un ejercicio de contrapunto estricto y anticuado, un movimiento perfectamente trazado con austeridad en total contraste a la belleza radiante y tranquila de Laudate Dominum citada. Una obra maestra y singular, dado que cada salmo se establece como un movimiento continuo, en lugar de dividirse en arias, conjuntos y coros separados en el estilo operístico que invade la música de la iglesia en ese momento. Así lo supo entender Mas, que imprimió una dirección solemne en cada momento que sin caer en la exuberancia como tal oficio litúrgico debe entenderse.
De ahí se pasó al memorable “Réquiem”, quizás es el logro más sublime que el período del clasicismo haya contribuido a la iglesia. La composición del lecho de muerte de Mozart tuvo un gran atractivo para el siglo diecinueve; en el vigésimo supuestamente más racional, ascendió a un estado verdaderamente icónico. Algo en la gravedad y sutileza de la música afecta a cada generación sucesiva. Aquí Salvador Mas nos trajo una versión propia de corrección sobre errores de la conclusión compositiva realizado por un adolescente Sússmayr. Una forma superior de música eclesiástica que Mozart siempre hubiera deseado y al final logró. Los eruditos han intentado diligentemente distinguir la obra de Mozart del mal manejo de Süssmayr de sus intenciones. Durante las cinco secciones que ocupan la magna obra (Réquiem, Kyrie, Sequence ("Dies Irae"), Offertory, Sanctus y Agnus Dei), de nuevo Mas opta por una apuesta más a la espiritualidad. La belleza de su diseño es prácticamente indescriptible y la belleza de la música es asimismo irresistible. Nos transporta mucho más allá de los límites ordinarios de la vida secular hacia los dominios de la espiritualidad revelados solo por los artistas más grandes. El coro ofreció una excelente proyección y profundidad dramática, manteniendo siempre el equilibrio con la orquesta y los solistas. En todo momento, la escritura coral impulsa la música de Mozart; incluso los cuatro solistas, con una corrección absoluta, rara vez cantan solos. La orquestación de color oscuro sostiene el coro con motivos a menudo vívidos. Este aspecto pictórico es más evidente en la secuencia: "Tuba mirum" (solo trombón), "Rex tremendae" (ritmos regios punteados), "Confutatis" (acompañamiento de fuego) y "Lachrymosa" (cadenas de suspiros). Los movimientos individuales no solo muestran un nivel extraordinario de unidad motívica, sino que Mozart cuidadosamente crea relaciones asimismo motívicas en todo el Réquiem. La primera melodía cantada por los bajos ("Requiem aeternam"), por ejemplo, se repite al final, cerrando un círculo compositivo perfecto; la melodía de apertura de "Dies irae" se traduce en modo principal para abrir el "Sanctus". Sus fugas hacen referencia deliberadamente a Bach… Cualquiera que se haya acercado a escuchar esta misa pro-difuntos de Mozart sabe que a lo largo del concierto tuvo una parte de un juego de emociones que no se pueden controlar; se sincronizará con la obra y se encontrará con melodías que elevarán su espíritu y que lo harán incontenibles las lágrimas. Toda la obra goza de una belleza inefable que se viera correspondida con esta versión ofrecida con toda su fuerza espiritual, riqueza tímbrica y de manera contenida, como para lo que fue creada. La vida termina en la tierra, pero nos espera otra existencia…, quizá otra oportunidad.
Luis Suárez

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