martes, 19 de diciembre de 2017

ENRIQUE GRANADOS. RECUERDOS. Emilio González Sanz, piano · IBS · 72017 · 60’s · DDD*****RS
Delicioso trabajo dedicado a la compilación de la obra para los más jóvenes que compusiera el compositor ilerdense Enrique Granados. El disco que ha sido llamado “Recuerdos”, miniaturas compuestas para ejercicios y más fácil comprensión de los estudiantes, son unas deliciosas piezas que ejecutadas, como es este el caso, con una técnica más que notable, gran amor y sensibilidad nos expresan toda la fuerza expresiva del pianista catalán, heredero en gran parte de la poesía musical de Chopin y el romanticismo de Schumann. Cuatro colecciones forman el trabajo final: “Cuentos de la Juventud” op.1, “Escenas Infantiles”, “Estudios Expresivos” y “Bocetos”, con un “Andantino Expresivo” que sirve de preludio al conjunto. Todo un universo poético y sentimental que tiene como fin pedagógico el desarrollo y elevación de la sensibilidad de sus alumnos. Colecciones que demuestran un gran valor para ser programadas ante cualquier tipo de público en las salas de conciertos, poco tienen que envidiar a diferentes similares de Schumann, Tchaikovsky, Bizet, Bartók o Prokofiev, entre otros.  Toda una sólida y exquisita apuesta de González Sanz por sacar el brillo a sensaciones tan bellas como canciones de mayo, la ternura de una huerfanita, la melodía nostálgica en forma de pavana o el pictórico sonido de las campanas de la tarde.

Luis Suárez

lunes, 18 de diciembre de 2017

Orquestra Simfònica Camera Musicae – 16/12/2017 – Teatre de Tarragona – Tomàs Grau
John Williams – 40 años de Star Wars BSO
¡Que se puede pedir más de un músico veterano como John Williams, ganador de cinco OSCARS y nominado en más de otras cincuenta veces ya! Con un comienzo acertado, mas fuera el maestro Alfred Newman (otro laureado creador de bandas sonoras) el que ideó la partitura la partitura de la célebre “Fanfarria” de los Estudios de la 20th Century Fox, se iniciaba un recorrido por la fantasía del cine. George Lucas insistió en que la “Fanfarria” sonara al inicio de “Star Wars” (1977) y el gran John Williams presentó una versión propia para “El Imperio Contraataca” (1980). Desde entonces, esta propuesta orquestal de Williams es la que se ha utilizado en los sucesivos títulos de la saga galáctica. Esta presentación ha logrado una identificación colectiva y global. Varias generaciones de espectadores han sabido que, al escuchar estas notas, iban a sumergirse en el sorprendente y fabuloso mundo del celuloide. Es uno de aquellos elementos que contribuyen, de una forma más excelsa, a lo que se puede llamar la magia del cine.
La historia del cine no se entendería sin el arte de Williams, autor que ha marcado a numerosas generaciones con su música. Se formó entre compositores de la talla de Bernard Hermann, Miklós Rózsa, Jerry Goldsmith y Henry Mancini. También declaró sentirse influenciado por artistas románticos de la talla de Richard Wagner, como podemos sentir en sus partituras. La asociación de cuatro grandes figuras, de las últimas generaciones del cine, han dado lugar a una serie de obras maestras que, siendo juntadas a la mercadotecnia, han dado lugar a un equipo perfecto de inconfundible rendimiento económico y calidad artística: Steven Spielberg, George Lucas, Harrison Ford y como no, John Williams. Como él mismo le confesó, George Lucas le atribuye a la música de Williams la elevación de la historia de una galaxia lejana a otro nivel, tanto que le cambió el curso de la vida. "Verás, Star Wars estaba destinado a ser un simple viaje de héroe; una fantasía para los jóvenes ", dijo. "Y luego John escribió la música y la elevó a un nivel de arte popular que resistiría la prueba del tiempo". Hace mucho, mucho tiempo, Steven Spielberg y Lucas, dos jóvenes amigos, se sentaron en la playa a hablar sobre la historia galáctica y, al instante, Steven le recomendó a un músico adecuado, que sería Williams. Asimismo H. Ford confesaba: "Esa música me sigue a todos lados. Me suena en mente cada vez que camino por un escenario, cada vez que salgo de un plató (...) Invita a la participación emocional de la audiencia. Nos anima a sentir. Es un ejemplo de entretenimiento elevado al máximo arte”. Tomàs Grau también sabe del potencial de la música de Williams que hace asimismo retroceder al espectador a las vivencias del estreno del filme y supo expresarlo perfectamente con una orquesta al cien por cien de su capacidad, bajo una brillante orquestación que hace notar la formación de Williams como percusionista. Alrededor del noventa por ciento de las películas de “La guerra de las galaxias” son música. Se hace en un estilo muy pasado de moda, como películas mudas, de modo que la música cuenta la historia. Gran parte del contenido emocional se transmite a través de la música tanto como a través de las escenas mismas. Gran parte del éxito de esta saga se debe en gran parte a esta pegadiza música, realizada por una mente privilegiada en el talento de fabricar melodías, el reforzamiento de los sentimientos y sensaciones perfectamente puntuados en cada corte y en algo también muy importante como es el leitmotiv melódico o tonal wagneriano, recurrente a lo largo de toda la partitura, asociando personajes, contenidos materiales de la escena, vivencias poéticas, etc. La orquesta estuvo así pues a un gran nivel, conjuntando todas las familias de instrumentos en uno solo. Una dirección firme y concisa que llevaba al espectador a través de unas imágenes mentalmente dibujadas a la perfección. No solo se remitieron a piezas de aquel primer filme embrujador, sino añadiendo inteligentemente fragmentos de mas piezas de la saga posterior no repetidas, sino para ellas creadas. Asimismo con la lectura apasionada de la música hacía volar al oyente con las bicicletas de un extraterrestre, sentir el renacimiento de especies extintas del planeta o en una sentida interpretación del concertino, estremecer con el sufrimiento de las víctimas del holocausto. Todo ello sin solución de continuidad hasta arrancar la ilusión de un público entregado, pues no es fácil sentirse retroceder cuarenta años hasta la infancia, momento del estreno de aquella película de bajo presupuesto que no solo iba a cambiar la vida para siempre de aquellos cuatro jóvenes talentosos, sino la de todas unas generaciones de todo el mundo y del séptimo arte.
Luis Suárez

sábado, 9 de diciembre de 2017

FLUTE SIPIRIT (2017) – Obras de E. BOZZA, J. G. BAYLEY, B. BRITTEN, C. DEBUSSY, T. TAKEMITSU, K. FUKUSHIMA. K. HOOVER, M. MÁRQUEZ Y C. SETÓ. Isabel Serra Bargalló (Flauta) - R21 MUSIC CD. (50’).
Interesante proyecto artístico actual que lleva adelante la flautista Isabel Serra, como solista, abocada al estudio e interpretación de obras de compositores contemporáneos, así como tres piezas de compositores consagrados del Siglo XX (Debussy, E. Bozza y Britten) que dan forma a un todo, estrenando asimismo obras (como las de Conrad Setó o Marian Márquez). Todo un álbum conceptual donde la flauta travesera es la única protagonista. Instrumento de alta belleza sonora que suele recrear un mundo poético, tanto a veces para evocar la naturaleza como para imaginar el pasaje del reino físico al mundo espiritual. La leyenda, una y otras veces recurrida por los compositores, de Pan y Syrinx. La atracción y seducción por parte del primero a través del sonido de la flauta donde el mundo de la conciencia cede ante la voluntad del subconsciente. Así este trabajo, en su conjunto, contiene todo un impacto sonoro de expresividad con sutiles fraseos que conllevan al impacto poético con una armonía perfecta entre el mero ejercicio narrativo y el apartado virtuoso, conjuntando todos los cambios en el estado psíquico-emocional. Obras tonales, modales y dodecafónicas, con una pequeña aportación del teclado electrónico por parte de C. Setó en la última obra dedicada de la grabación: “Poema-Raga” (2017). Relación entre intérprete y compositor, como en el caso del anteriormente citado, pasando por M. Márquez y su evocadora pieza encargada “Abril”; la estadounidense Katherine Hoover y sus sonoridades espirituales indígenas en “Kokopeli”; o el canadiense Jonathan G. Bailey. El mundo poético y reflexivo japonés tampoco falta a la cita, de la mano Fukushima y Takemitsu.
Un universo sonoro a través de unas primeras obras de referencia para cualquier flautista, que contienen toda una evolución gradual de un repertorio añadido paso a paso. Un primer trabajo en solitario desarrollado con ilusión, acompañado de pequeño libreto realizado por la propia Serra redactado en tres idiomas, con fin de contener un mínimo de explicación en cada miniatura.
Luis Suárez


www.isabelserrabargallo.com

martes, 5 de diciembre de 2017

18-11-2017
Creixell Classics – Casal municipal de Creixell
Trío Transilvania con Elisabeth Miranova, piano
El Trío, fundado en la región rumana que lleva su nombre, está formado por Stefania Zaharia (violín), Alina Stavar (viola) y Makcim Fernández (violonchelo), todos ellos integrantes de la Orquesta Filarmónica de su capita, Sibiu; además cuenta con la participación especial de la pianista rusa Elisabeth Miranova.
Recital de cámara basado en la búsqueda de la parte más íntima de grandes compositores, buscando sus impresiones a la búsqueda de una desnudez en sus sentimientos y vivencias de su personalidad y acontecimientos del día a día. Algo que rara vez se puede lograr fuera del ámbito camerístico. La primera parte resultó de obras desconocidas del repertorio habitual, mas no por ello exentas de un manto agradable de música degustativa para un público entregado. Se sucedieron las diferentes combinaciones entre el grupo con una correcta conexión entre sus miembros. 
Enescu (1881-1955) fue un niño prodigio del violín y también del piano. Ingresó en el Conservatorio de Viena a la edad de siete años y se graduó a la edad de 13 años. Al año siguiente continuó sus estudios en el Conservatorio de París. Se convirtió en virtuoso y maestro del violín, pero también se dedicó a la composición, que es la rama por la que más se le recuerda actualmente. Abarcó prácticamente todos los géneros y produjo una cantidad considerable de música de cámara. Aquí nos encontramos con dos pequeñas obras de juventud. La “Aubade” (Amanecer), para trío de cuerdas, se completó en 1899 y se publicó tres años más tarde. “Serenade en Sourdine” (1899) de compuso para dúo de violín y chelo. Deliciosas canciones de amor, cantadas por la mañana como parte de los amantes, con una hermosa música romántica con las voces más bajas, con el violonchelo en particular interpretando el papel de una guitarra rasgueada. Una cara más desconocida del autor franco/ rumano que resulta una buena opción donde se requiere un trabajo más corto para un concierto o tal vez como un bis. Ciertamente no debe perderse de los repertorios.
Richard Strauss (1864-1949) fue un compositor y director de orquesta alemán conocido especialmente por sus óperas y poemas sinfónicos, y aclamado como una figura destacada en la composición romántica alemana posterior. De su semidesconocida, que no por ello menos interesante y recientemente grabada en su integral, música de cámara, el grupo escogió este agradable divertimento de juventud. “Variaciones sobre una canción popular bávara” (1882) para trío de cuerdas comienza con una línea de violín lírica y papeles secundarios del chelo y la viola antes de que los tres se unan y cada uno da un giro con la melodía y el soporte. El tema y la forma de variación se basan en los elementos folclóricos iniciales, que aparecen en frases fluidas, secciones en punta y coloridos cambios en el tono. El trío llegaba a equilibrar melodías suaves con grandes crescendos y declaraciones majestuosas. El final se acerca a los últimos momentos al unísono en una furtiva frenética.
Johan Halvorsen (1864-1935) fue un compositordirector de orquesta y violinista noruego, célebre en su época pero luego olvidado hasta hace poco, que dos sellos discográficos conocidos han recuperado su obra orquestal y de cámara. De él nos llegan estas “Zarabanda con variaciones para dúo de violín y viola sobre un tema de Händel” (1914) Basado en el  movimiento de la “Suite de teclado Händel en Sol menor, HWV 432”. El dúo abrió la partitura con una disposición relativamente sin adornos del tema original durante la primera parte de su arreglo, pero pronto la música florece en una serie de variaciones separadas, algunas líricas y expresivas, otros explosivamente virtuosas.
Y así se llegó a la segunda y diferenciada parte del recital, con la obra estrella. Cuando la “Sonata para violonchelo y piano, op.40” de Shostakovich recibió su estreno en diciembre de 1934, muchos de sus contemporáneos se impresionaron por su lenguaje conservador. Su imagen como el “enfant terrible” de la Unión Soviética aún no se había desvanecido a pesar de su regreso público a un lenguaje musical más accesible en su aclamada, y luego repudiada por el propio Stalin, ópera “Lady Macbeth”, estrenada ese mismo año. Alrededor de este tiempo Shostakovich escribió varios artículos que describen su búsqueda de un lenguaje simple, claro y expresivo. Aunque esa búsqueda fue para llevarlo al mundo profundamente ambivalente de la “Cuarta Sinfonía” de 1936, la “Sonata” es claramente una manifestación temprana de esta nueva tendencia. Desde el comienzo se siente como una nueva partida. Su apertura suavemente oscilante no suena como todo lo que Shostakovich había escrito antes; la repetición muy consciente de la exposición sonata es casi una declaración de fe en los primeros principios clásicos. Su lenguaje está impregnado de entonaciones de música popular y “Lady Macbeth”. Los solistas mostraron gran concentración en una lectura ariosa que se puede escuchar en el inicial Moderato. En el Scherzo Shostakovich recupera el buen humor del “Primer Concierto para piano” del año anterior, otra obra maestra, manteniendo el espíritu maníaco de las influencias del music-hall a escasa distancia, alternando con una aspereza de raíces populares rusas con una perfecta escritura de sus ritmos repetidos y gruesos.  El Largo de hace un eco fuertemente en su fraseo de cuatro compases, su forma melódica e incluso en un punto por una alusión cercana a la ópera citada, con una percepción poética e introspectiva hechizante.  El final es inusualmente claro para lo que se esperaba del genio ruso. Comienza con un animado tema de piano que pronto retomará el violoncelo y se extenderá dos veces con pases intensivos, en lo que son episodios de un diseño de rondo modificado, con pases intermedios de pleno ingenio.
En definitiva, para una obra apenas ensayada entre ambos artistas: ¡¡solo apenas dos días!!, se puede decir que el resultado ha sido óptimo. Con un discurso difícil y fracturado entre ambos instrumentos, las cualidades de máxima expresividad por parte del chelo apoyado en un piano tanto agresivo que no sirve de mero acompañante sino como solista a la par. Grandes dificultades de glissandi y pizzicatos contrastantes con el piano, conteniendo una fluidez hermosa, destacando las semicorcheas del violonchelo y las escalas del piano en unas ideas poéticas que cada vez que la música se vuelve más introspectiva lanzan un hechizo mágico entre el oyente para tener a cada uno colgando de cada nota.

Luis Suárez
https://asociacionamigosdelartevita.wordpress.com/