lunes, 13 de noviembre de 2017

28 – Octubre - 2017
Teatre de Tarragona – Orquesta Sinfónica Camera Musicae – Alice Sara Ott – Tomàs Grau

Concierto de altas dimensiones con obras de alto calado y difícil ejecución; música terapéutica en tiempos revueltos que resultó saldado con enorme éxito. Los artistas supieron estar a la altura y el público resultó ser agradecido con aplausos vítores merecidos.
La célebre “Obertura Coriolano” op. 62 de Beethoven, estrenada en marzo de 1807, supone ya la cara romántica del germano en estado puro representando la historia del protagonista romano, en un ensayo a menudo tormentoso cuya evolución refleja la acción en el drama narrativo. La forma en “sonata – allegro” resultó interpretada con gran solvencia por la orquesta, con una narrativa perfecta del drama interno del personaje basada en contrastes de oscuridad, con retratos del alma interna y acción en unas impecables lecturas de pasajes de gran belleza lírica. Todo un gran Beethoven en una dirección compacta como bien se merece tal precedente del poema sinfónico.
Y con el creador del género se llegó al punto álgido de la noche. Un deslumbrante Alice Sara Ott con una gran expresividad en la monumental “Totentanz” de Franz Liszt. Arropada por una gran masa orquestal a la altura de las consecuencias, la germano-japonesa acometió con gran solvencia el “De Profundis” desde los primeros compases con estridentes y efectistas acordes oscuros en el piano, sobre los cuales la orquesta toca el tema Dies Irae (Andante), la antigua melodía gregoriana utilizada en la misa de réquiem católica. Después de algunas pirotecnias emocionantes en el piano y otras interpretaciones del tema, siguen seis variaciones. Una mezcla de inocencia y misticismo oscuro, contrastado con brillantes pasajes de fugato y cadencia. Ott y Grau navegan con audacia sobre una partitura de desenlace efectista en lo dramático con la grandilocuencia lisztiana acostumbrada, en una pieza que refleja la fascinación de húngaro por la muerte y lo macabro. Ott domina esa parte del piano que resulta áspera, casi violenta en ciertas secciones, mezclado en el contrapunto medieval de la partitura, manteniendo al mismo tiempo el sonido sinfónico moderno de la pieza, con un montón de áreas grises reflexivas, todas tejidas en la tela más grande de la pieza de concierto. Equilibrando lo fogoso y celestial, Grau controla magistralmente la orquesta, llevándola a las olas de furia de roja sangre. Mientras vivió en París, Liszt visitó horcas para observar a hombres condenados a muerte. Estas sombrías expediciones dieron forma a su visión del mundo y sus valores musicales. La obra tiene largo recorrido histórico. Liszt comenzó a esbozar la pieza en la década de 1830. En 1839 fue a Pisa, en Italia, y vio un fresco: “El Triunfo de la Muerte”. La pintura del siglo XIV ilustra vívidamente el destino de aquellos en el cielo y el infierno. Liszt quedó muy conmovido. Pero no fue hasta 1849 que finalmente creó una versión final. Aun así, tomó más revisiones de la pieza antes de que se completara la versión definitiva (en 1859). El “Totentanz” finalmente se estrenó en 1865 en La Haya, interpretada a la batura por su yerno, Hans von Bulow.
Tras la tempestad llegó la calma. La Suite “Scherzade” op.35 de Rimsky-Korsakov es una obra de brillante orquestación, estrenada en 1888. Inspirada en “Las mil y una noches”, consta de cuatro movimientos narrativos: El mar y el barco de Simbad, El cuento del príncipe Kalender, El joven príncipe y la joven princesa y el último movimiento en el que se suceden el Festival de Bagdad. Una nueva forma de composición, hasta cierto punto a medio camino entre la “Sinfonía Fantástica” de Héctor Berlioz (1830) y el poema sinfónico de Franz Liszt. Probablemente, debido a la trama en la que está basada, está más próxima al poema sinfónico. Grau se enfrentaba a una gran prueba de fuego para toda formación orquestal (por ello el ruso es uno de los mejores orquestadores de la historia). Asimismo fue de gran importancia la mano del concertino, pues en toda la narración está presente, a modo de hilo conductor, el tema de Sheherazade, enunciado por el violín acompañado por tenues arpegios en el arpa y dotado de una melodía llena de arabescos, evocadora del ambiente exótico en que se desenvuelve la historia. La orquesta en una gran paleta supo sacar una brillantez rítmica que requería, aún y a pesar de las leves carencias de sonoridad que muestra la sala. Grau eligió un tempo un poco lento en la segunda parte narrativa, pero resultó solventada asimismo con una gran cohesión narrativa que encierra toda la obra, donde cobra gran importancia la influencia wagneriana en los leitmotivs, conectados de manera consistente con una idea poética o concepto específico, que recorren los cuatro movimientos pero de tal suerte que cada vez expresan diferentes ideas, eventos o imágenes. Una suite de gran consistencia interna debido al empleo de un material unificado (temas y motivos similares), pero al mismo tiempo, que presentase un caleidoscopio de imágenes de cuentos de hadas de carácter oriental. Todo ello en el pleno desarrollo de un mínimo material de ideas melódicas, aprovechadas al máximo y con gran audacia efectista e inspiración en múltiples variaciones representativas de diversos escenarios y estados de ánimo. A destacar por encima la familia de la percusión, de vital importancia en la partitura y profundamente cohesionada.
Brillante concierto finalizado con abrumadores aplausos.

Luis Suárez
https://asociacionamigosdelartevita.wordpress.com/

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