Schumann & Brahms. Disgressions. Josu de Solaun. IBS CLASSICAL 32021 · DDD · 78’ · ****
El pianista Josu de Solaun en este álbum demuestra que es un brillante solista y erudito. El programa está brillantemente seleccionado y explicado conceptualmente en el libreto que lo acompaña. Avanza desde la Op.6 de Robert Schumann, en sus 18 danzas que componen la “Davidsbundler”, y terminando con su protegido, Johannes Brahms, en sus sublimes “Intermezzi, op.117” y “op.118”. Solaun demuestra su erudición sobre las interconexiones entre estas obras, lo que hace que las notas adjuntas sean una adición muy bienvenida al álbum. Su interpretación de estas obras es igualmente coherente, manteniendo cada danza y cada pieza notablemente fresca, con una claridad adicional que proporciona un nivel de intimidad y transparencia del que carecen muchas otras grabaciones.
Hay un gran margen de edad compositiva entre las obras del mentor y discípulo. En octubre de 1837, Schumann completó su “Davidsbündlertänze, Op.6”, y fue la primera composición que Schumann emprendió tras reconciliarse con Clara Wieck. Trece años después, Schumann revisó el conjunto de 18 piezas de personajes (entre otras obras tempranas), haciendo numerosos cambios no solo en la música, sino también en los aspectos periféricos de la partitura. La primera edición de las “Danzas de la Liga de David” contiene piezas compuestas para un grupo de amigos musicales (reales e imaginarios, vivos y muertos) que Schumann reunió alrededor de sí mismo en apoyo de sus ideas. Reflejando los dos lados de la personalidad de Schumann, algunos de los bailes están marcados como compuestos por "E". (Eusebio) y el resto por "F." (Florestan). Las piezas de Florestan son las más animadas y exuberantes; Eusebio son más soñadores y vagabundos. Ninguna de las piezas tiene título individual. Franz Brendel, un contemporáneo de Schumann que escribió algunos análisis penetrantes de las obras del compositor, señala que la yuxtaposición de dos estilos dispares "Las primeras composiciones de Schumann. "Estos cambios constantes y volubles en el humor probablemente hicieron que la música de Schumann fuera menos comercial, y el propio compositor reconoció que los cambios rápidos de humor hacían que su música fuera inapropiada para el público o el privado, conciertos. Tal vez para preparar al intérprete para las atmósferas alternas de la obra, Schumann prólogo de la publicación con el proverbio: "En el camino que vamos se mezclan bienestar y aflicción; en el bien, aunque alegre, sea grave, en el dolor, aunque triste, sea valiente". Para la segunda edición de la obra, Schumann abrevió el título a Davidsbündler, pero aún así se refirió a las obras individuales como "piezas de personajes". Lo más probable es que eliminó la palabra tänze (bailes) porque ninguno de ellos funciona realmente como baile. Además, eliminó las iniciales "E". y "F." del set.
Ocasionalmente inseguro de qué título, si es que debía dar alguno, debería darle a una pieza, Brahms llegó a usar el término intermezzo como una rúbrica bajo la cual podía archivar cualquier cosa que no fuera especialmente caprichosa o ardiente. Los tres “Intermezzi, op. 117”, no requieren la facilidad técnica necesaria para interpretar muchas de sus obras anteriores, pero una musicalidad incisiva es primordial para una comprensión adecuada de estas miniaturas musicales, de lo cual Solaun va más que sobrado. El hecho de que todos estén marcados como Andante también presenta un problema para el intérprete, que debe sondear los detalles de cada obra y destacar los elementos contrastantes. Se escribieron en el verano de 1892, año de su publicación. La “Op.118” en 1893. Las piezas están simplemente dispuestas para que funcionen eficazmente como un conjunto. Al igual que con todas las piezas para piano de esta etapa compositiva, estas miniaturas son ternarias en su forma externa, pero llenas de la densidad y complejidad motívica típica del estilo de Brahms. También están impregnadas de la melancolía introspectiva que comparten la mayoría de las últimas obras del compositor.
Ambas partes del disco son sublimes por su ardiente objetividad y elegante lectura de Schumann por su inmenso poder y contundente virtuosismo. Combina el control consumado con la total independencia digital. Sus interpretaciones aquí combinan la subjetividad apasionada con la nobleza inherente. La fuerza imaginativa en las piezas de Schumann solo se compara con su ingenio salvaje, contrastando con la profunda conmoción de sus “Drei Intermezzi” y “Vier Klavierstücke” solo superada por su profundidad íntima, con un sonido digital nítido, profundo y cálido.
Luis Suárez
No hay comentarios:
Publicar un comentario