12-13-14 de mayo del 2018 – Auditori de Vilaseca (Tarragona), Teatre de
Tarragona, Palau de la Música de Barcelona – Albrecht Mayer, oboe – Orquestra
Simfònica Camera Musicae – Tomàs Grau
Brillante velada ofrecida por un conjunto en estado de
gracia, una actuación sensacional del virtuoso alemán y una dirección eficaz,
todo ello bajo una acústica fantástica que enardecía aún más si cabe los
atributos conjuntos e individuales citados. Bajo la atmósfera británica de
Elgar y Vaugahn Williams, de la primera parte envueltos en unas “pequeñas
melodías” (que así denominaba su “Serenata para cuerdas, op.20 Sir Edward
Elgar) marcadas por una lectura sensible de coloración en sus bellas y
expresivas frases rodeadas de pura poesía musical, como así fuera concebida,
sin ningún tipo de asociación adjunta para esta bella partitura juvenil. De ahí
se pasó a la sensación de la noche. La actuación del oboísta Albrecht Mayer fue
jalonada con una tanda de aplausos más que merecida. El “Concierto para Oboe”
(1944) de Sir Ralph Vaugahn Williams, una obra de madurez en de tono pastoral y
expresión expansiva modal, fue sorteada brillantemente en sus considerables
dificultades entre los suaves y abrumadores timbres del solista y la orquesta
de cuerdas que la acompaña, que en un breve espacio de tiempo (no llega a los
20 minutos) debe navegar bajo una serie de desafíos técnicos, todos a niveles
dinámicos. El primer movimiento, Rondo Pastorale, se abre con tres acordes suaves
de las cuerdas, sobre los cuales el oboe suena con un tema modal flexible y
pensativo, que se desarrolla en forma lineal sobre el comentario reflexivo de
las cuerdas. Desde el principio, el oboe de Albrecht parece flotar curiosamente
a solas con sus pensamientos. El Minuet y Musette central apareció bajo un tono
neoclásico repleto de sutileza donde las dos danzas sonaron conjuntadas
perfectamente integradas. En el Scherzo final la difícil escritura de las
cuerdas fue solventada de una manera eficaz llena de figuraciones rápidas y
contrapunto complicado, sobre el cual el oboe suena como un tema parlanchín.
Pasajes dolorosos y melancólicos, leves frases disonantes y armonías
neoclásicas con ritmos complejos que fueron resueltos en una perfecta conjunción
entre las partes ejecutantes, dejando un aroma campestre inglés que envolvió al
público asistentes en una ovación continuada y merecida.
La segunda parte fue la obra maestra beethoveniana,
“Sinfonía nº7 op.92” (1812). Obra encuadrada ya de lleno en el periodo
romántico del genio de Bonn, orquestada para parejas de flautas, oboes,
clarinetes, fagotes, trompetas y trompetas, además de timbales y familia de
cuerda, se trata de una obra totalmente abstracta y sinfónica, su ruptura
definitiva con las convenciones estilísticas practicadas por Mozart, Haydn y
una legión de mortales menores que las copiaron. Extendió las reglas armónicas
y amplió las formas sinfónicas que anticiparon sus maestros. Grau salió airoso
de su lectura con unos ritmos casi frenéticos y perfectos, conjuntando
perfectamente todas las diferentes estructuras de la orquesta en una sola, y
marcando los tempos de manera enérgica y expresiva, tal y como fuera marcado
por Beethoven. Tras una introducción tradicional al poco sostenuto seguido de un contrastante movimiento vivace en
forma de sonata con melodías contundentes, viene un movimiento de excepcional
inspiración melódica, establecido como un estado de ánimo elegíaco través de la
repetición de un motivo rítmico 2/4 en la menor, la clave más sombría de la
escala moderada. Gran calidez expresiva de la orquesta, brillantemente
concebida para un desarrollo por partes tímbricas. El efecto impactante del
Scherzo de cinco partes, de eficaz lectura rítmica, de los cuales los tríos son
más lentos. El movimiento final, también de gran fuerza rítmica en modo de
crescendo, con una gran coda más larga que la exposición, el desarrollo o la
repetición, culminó de manera brillante la ejecución de un Beethoven en su
estado más puro.
Luis Suárez
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