12 y 13 agosto del 2021
Abadía del Monasteri Santes Creus, Aiguamurcia, Tarragona.
Festival 1º Jordi Savall
Desde el rojo brillante al blanco grisáceo.
LA CAPELLA REIAL DE CATALUNYA: Elionor Martínez, soprano; Anaïs Oliveras, soprano; Eulàlia Fantova, mezzosoprano; Víctor Sordo, tenor; Lluís Vilamajó, tenor; Javier Jiménez-Cuevas, barítono. – HESPÈRION XXI: Pierre Hamon, flautas; Efrén López; laud medieval y viola de roda; Andrew Lawrence-King, arpa y saltiri; Dimitri Psonis, santir, guitarra morisca y campanas; Pedro Estevan, percusión; Jordi Savall, viola de gamba y dirección
El "Llibre Vermell de Montserrat" es un valioso códice del mítico monasterio catalán que fue destrozado por las fuerzas de Napoleón; escapó de la destrucción sólo porque había sido prestado el día del ataque, según cuentan las crónicas. Es único e inusual entre los manuscritos medievales de varias maneras, una es que incluía lo que podrían llamarse notas de uso: algunas de las piezas se presentan listas para usar por los peregrinos, hombres y mujeres, que vinieron a ver a la Virgen Negra (Moreneta) del monasterio. Hay una gran variedad de música, desde el canto, a uno o más motetes que se asemejan al modelo parisino multitextural, a los bailes, con textos en latín, occitano y catalán antiguo. La colección está muy bien explicada en las notas al programa y en las dos legendarias grabaciones que Savall puso en el mercado internacional (1978/2013), y le da al oyente una idea del universo musical medieval en su conjunto. Aunque en este caso falten algunos de los instrumentos de los mencionados registros, las piezas de Libre Vermell, como resultado, suenan todas como un conjunto. El estudio y ejecución aportada en el Festival resultaron bastante circunspectos, agregando acompañamientos instrumentales a piezas monódicas de una manera no muy alejada de las elecciones comúnmente hechas por otros grupos que interpretan repertorios medievales. Sin embargo, obtienen puntos por su total originalidad. Considere el motete "Mariam Matrem Virgenem" que Savall convierte en un punto de vista nuevo de pieza de veneración, después de que se ha presentado el motete básico. Quizás esto sea una reflexión sobre el poder de lo femenino, reflejado también en la estatua mariana del monasterio. Las piezas de danza asimismo son compactas, y puede que nadie haya tratado esta música medieval de esta manera tan bella antes. Los intérpretes se mantienen admirablemente en sus roles, y resultado es ciertamente embaucador, manipulando la parte sensible de oyente de un manera que parece estar levitando abducido por las naves de la Abadía, incluso en aquellos que estén bien versados en el lado más especulativo de la interpretación musical medieval. También influye en el éxito absoluto la toma de sonido, adecuada al cien por cien al bello recinto, con Jaume II, Pedro "El Grande" y Blanca de Anjou como testigos permanentes. La música parece flotar en el ambiente, destancando aún más su belleza, como si ya no lo fuese suficientemente por sí misma.
Solistes de LE CONCERT DES NATIONS: Mauro López, violín; David Glidden, viola; Oleguer Aymamí, violonchelo; Xavier Puertas, contrabajo; Francesco Spendolini, clarinete; Javier Bonet, trompa natural; Joaquim Guerra, fagot.
Savall, aprovechando el aniversario beethoveniano, se puso como meta acometer en grabaciones (el conjunto de las "Sinfonías del genio de Bonn, exeptuando la polémica restauración de la Décima) y asímismo adentrarse en su repertorio en conciertos. Aquí, los miembros de "Le Concert Des Nations" realmente no lograron capturar el sonido cálido pero espacioso que el propio público de Beethoven habría escuchado de la música de cámara en condiciones ideales. Debido a las condiciones metereológicas de ola de calor, se pasó del Dormitorio del Monasterio, donde en un principio se inba a llevar a cabo la actuación y era más propicio para la música de cámara, a la misma Abadía. Xavier Puertas, al contrabajo, lograba liderar el conjunto de solistas entregados que veían como el sonido que salía de sus intrumentos de época era a su vez tantas veces dispersado por el recinto, sin que se pudiese de verdad ahondar en profundidad en sus méritos, que no fueron pocos, tocando con flexible virtuosismo y evidente deleite. A su vez el repertorio, redondeado con una trasncripción del primer movimiento de la "Sinfonía Doméstica", resultó escaso, apenas pasada la hora de actuación, con la propina de "Tres Contradanzas" de una de las series sin número de opus de Beethoven de cuya exacta serie no quiero acordarme. El alemán tiene una ingente cantidad de obra de cámara para haber aumentado la oferta; al igual que Schubert, anunciado en un principio pero cuya "esponjita" musical fuera absosvida en un último instante. Beethoven no califica como oscuras estas obras de su periodo clásico, pero estos ejemplos de música más ligera, despreciados por el propio Beethoven (al menos en apariencia), se encuentran entre sus músicas menos interpretadas actalmente, pero más populares en su época; una situación de la que Beethoven se quejó más tarde. El Op.20 en su forma de seis movimientos y su elegante tono general, retoma el modelo del divertimenti para vientos de Mozart, y tiene más que ver con las obras cómicas del período medio de Beethoven de lo que el compositor o muchos comentaristas se dan cuenta. Sigue siendo un trabajo suave con una escritura limpia y con pequeños detalles de ingenio, tan agradable para los oyentes ocasionales hoy como lo fue en la época de Beethoven. Las interpretaciones de las dos obras son casi perfectas, y el álbum pertenece a las buenas colecciones de Beethoven. Juntadas las Contradanzas con la visión estereotipada de Ludwig van Beethoven como un "Prometheus, op.43" que asalta el cielo hasta llegar con las misma melodía de una de ellas a la "Heróica" ("Sinfonía, Op.55" rompedora y "Variaciones para piano, op.35", dos obras maestras de su catálogo, puede ser aún más apropiado para los oyentes ocasionales precisamente por eso. Nada aquí es especialmente profundo; incluso el Adagio cantabile del septeto y las Variazioni, tan líricamente efusivos como fueron iterpretados, no tocan la profundidad de las sonatas para piano y los cuartetos de cuerda del compositor de la misma época. Pero con la técnica e interacción del conjunto ejecutor, las piezas emergen tan seductoras como cualquiera de las obras más ligeras de Mozart, aunque con el acento más áspero y el sentido del humor más robusto por el que Beethoven era conocido.
Luis Suárez
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