viernes, 24 de mayo de 2019

Marta Vela
“Correspondencias entre música y palabra. Un estudio sinestésico sobre Harmonie du soir, Baudelaire/Debussy, y Le Gibet, Bertrand/Ravel”.
Editorial Academia del Hispanismo. Vigo, 2019.
La doctora Marta Vela nos presenta un interesante y valioso trabajo dentro del mundo de la sinestesia entre la literatura y la música. Para ello se aposenta en la relación entre dos poemas de Baudelaire y Bertrand con dos cumbres pianísticas de Debussy y Ravel. Antes hace un breve repaso de la relación histórica entre música y palabra. Todo ello da lugar a la sinestesia entre la lectura del texto y la voz sugerente de la autora que se puede escuchar cada fin de semana en Radio Clásica.
Muchos lectores/as se preguntarán por el concepto de la “sinestesia” que, en definitiva, implica una mixtura de impresiones que se perciben mediante distintos sentidos. Por eso suele decirse que el artista sinestésico tiene la capacidad de sentir una emoción, escuchar un color o de observar la música, por ejemplo. La causa de esta particularidad radica en el establecimiento de una correspondencia entre los diversos sonidos y la estimulación de un sistema cognitivo que provoca experiencias o sensaciones en otro sistema diferente. En la literatura, que es el tema del que parte este ensayo, se concibe como sinestesia a una figura retórica a través de la cual se pueden mezclar diferentes sensaciones auditivas, gustativas, visuales y táctiles para asociarlas y expresar emociones. En esta disciplina, la sinestesia se encuentra relacionada con la enálage, la cual es una figura gramatical que permite cambiar la estructura de una oración, y la metáfora (metáfora sinestésica), en el caso de mezclar la percepción de determinadas cosas en una metáfora. En este arte existen: sinestesia de primer grado, impresiones donde se mezclan dos sentidos (rojo aroma), y sinestesia de segundo grado o indirecta, impresiones donde se compara una percepción captada con uno de los sentidos del cuerpo con un sentimiento (agria melancolía). Como dato final cabe mencionar que la sinestesia es una facultad que han tenido muchas personalidades como Charles Baudelaire, Vladimir Nabokov o Marcel Proust, entre otros. Y como ellos, muchos artistas han utilizado su sinestesia para enriquecer su creatividad. En la actualidad sabemos que numerosos músicos han experimentado este tipo de relaciones: Rimsky Korsakov, Scriabin, Debussy, Ravel, Messiaen, Jimmy Hendrix, Billy Joel, Hélène Grimaud o Duke Ellington a quien cada miembro de su agrupación le sonaba con un color distinto. Pero sin duda el músico que mayor conciencia ha tenido de la sinestesia es el compositor ruso Alexander Scriabin, quien además instauró un método compositivo original basado en las asociaciones color-sonido, perfeccionándolo al grado de abandonar las viejas convenciones de la tonalidad. Inspirándose en el sistema de Newton, el de Scriabin empata la gama de colores perceptibles con los de la escala cromática ordenada por quintas, a partir de la cual componía al igual que un pintor distribuye los pigmentos a lo largo de un lienzo.
Aquí Marta Vela analiza paralelamente “Harmonie du soir”, el poema número cuarenta y tres de “Les Fleurs du mal” de Charles Baudelaire, editado en 1857 y la impresión debussyana sobre el mismo plasmada en su “Preludio nº4 (Libro 1º), Le sons et les parfums tournent dans l’air du soir”. Todo ello incluyendo gráficos semánticos y fragmentos de la partitura. Asimismo con el poema “Le Gibet” de Aloysius Bertrand, transcrito por igual en “Gaspar de la nuit” que en 1908 compuso Maurice Ravel.  La riqueza descriptiva, utilizando partituras, paso a paso, y los textos escritos es de destacar.
En definitiva, se trata de un trabajo que resulta efectista, en buen aparte, para el lector convencional y mucho más para el profesional dando lugar al esclarecimiento entre la inspiración literaria de dos genios de la música, representando este particular método compositivo en dos claros ejemplos minuciosamente expuestos.
Afortunadamente hoy nos vamos del todo acostumbrando a encontrar espectáculos visuales en salas de conciertos o eventos al aire libre, donde la asociación audiovisual, por otro lado, también se manifiesta en sentido inverso. El caso más conocido es sin duda el de Wassily Kandinsky, quien al revés que Scriabin, aseguraba escuchar música mientras pintaba, llegando a crear un sistema simbólico propio en el que se relacionan figuras geométricas, colores y sonidos. Tal y como él mismo describe “el amarillo se parecía al centro de una trompeta de latón, el negro al final de las cosas, y las diferentes combinaciones de colores le recordaban a los distintos acordes escuchados en un piano”.
Aquí Marta Vela nos ejemplifica la sinestesia en clave poética, en un lenguaje apto para describir un proceso tan difícilmente razonable, de cómo el lenguaje se origina en la sinestesia y la fluidez cognitiva, a partir de la cual el humano ha ido enriqueciendo un sistema particular de universo simbólico, reflejado sobre todo en el mundo de las artes.
Luis Suárez

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