lunes, 25 de febrero de 2019


22/23 y 24 de febrero del 2019 – Catedral de Tarragona – Palau de la Música de Barcelona – Clara-Jumi Kang, violín – Orquestra Simfònica Camara Musicae – Tomàs Grau, dirección.
El “Concierto para Violín” de Sibelius, piedra angular del repertorio, ciertamente es un trabajo que requiere una destreza virtuosa impresionante, también es una pieza de emotividad, sentimentalismo y líneas musicales largas y sólidas. Sibelius era él mismo un buen violinista. Comenzó a estudiar el instrumento a los 15 años con el director de banda militar de su ciudad natal, y poco después participó en actuaciones de música de cámara y tocó en la orquesta de su escuela. Sentía que había tomado el violín demasiado tarde en la vida para convertirse en un verdadero virtuoso, pero aportó su conocimiento íntimo del instrumento para hacer frente a este, su único concierto, que completó en 1903. La violinista Clara-Jumi Kang y la Orquestra Simfónica Camera Musicae brindan una actuación nos ofreciéndonos un perfecto equilibrio entre tecnicidad y musicalidad, con buen dominio del tempo y rubato; el comienzo del primer movimiento, en demasía complicado e innovador, con unas medidas cadencias desde el comienzo enfocadas entre la ejecución y su significado musical, junto con una energía ilimitada y confianza en sí misma, las habilidades de Kang se conjuntan notablemente con la paleta orquestal más oscura de la partitura, en una interpretación complementaria tanto en su alcance como en sus rigurosas exigencias, demostrando su atención primordial a las necesidades de la música, contrastando pasajes de moderación y melancolía con otros de gran fuerza e intensidad. La emoción y el impulso se extienden hasta el final del trabajo.
La otra atracción principal, la “Sinfonía No. 8 en sol mayor, op. 88” de Antonin Dvorak, es realmente excepcional en su nivel de detalle y efecto general en una orquestación soberbia. Grau aplica variaciones de tempo en los dos primeros movimientos (muestra la melodía desde el principio), lo que también les da la calidad episódica de los poemas tonales. El tercer movimiento es una apoteosis trascendente de la danza eslava. Y todo conduce hasta el final, donde pequeños trozos de rubato activan la estruendosa fanfarria del metal, proporcionando un escaparate brillante para las habilidades interpretativas de la paleta orquestal bajo un sublime dumka. La composición de sus elogiosas Sinfonías (nº7 en 1885 y nº8 en 1889), tuvo lugar en un momento en el que recibió el generoso apoyo de su amigo íntimo Johannes Brahms; sin embargo, mientras las estructuras formales de las sinfonías y algunos de sus procedimientos de desarrollo reflejan la influencia brahmsiana, las melodías con sabor eslavo de Dvorak, la orquestación transparente y el sentimiento más expansivo lo distinguen de su mentor. La interpretación ofrecida ha sido apasionada y altamente expresiva, con una lectura totalmente comprometida y vigorosa, por lo que el drama y el lirismo de la música fueron totalmente evidentes.
La acústica dió a la orquesta gran presencia, y prácticamente se pudo escuchar cada nota, supliendo el contratiempo de cambio de escenario en Tarragona. Las características de su catedral sirvieron para definir, detalle a detalle, todas las facetas de estos dos geniales orquestadores de la historia de la música.
Luis Suárez

jueves, 21 de febrero de 2019


20/02/2019 – Universos Literarios - Auditorio  de CaixaFórum, Tarragona - Conferencia y presentación por parte de Víctor Amela de su última producción literaria, “Yo pude Salvar a Lorca” (Destino 2018).
De nuevo el prestigioso decano de la crítica televisiva, columnista de La Vanguardia y novelista, Víctor Amela, tiene a bien mantener una charla sobre su afán devorador de libros, desde la más tierna infancia, y hablarnos de su última aportación al género literario. Su carácter abierto, diplomático, locuaz y para nada parco en palabras, hacen de estos encuentros un momento de ambiente ideal para crear una empatía entre lector y escritor. Bajo un espacio amplio y acogedor, en un lleno absoluto dentro de una sociedad que, según los últimos estudios sociológicos, apenas leer ni escribe, se puede considerar un éxito la capacidad de atracción de nuestro protagonista.
La primera parte comienza con una confesión de sus acercamientos al mundo de los libros, allá donde se cruzan los caminos entre él y un servidor; esos libros de autores de la literatura infantil como Jules Verne, Emilio Salgari, Jack London, H. Melville, Stevenson… o el mundo de “Los Cinco”, “Los Tres Investigadores de Hitchcock”…, el mundo de cómic… Donde la imaginación del mundo del niño fluye entre los viejos papeles de libros de biblioteca. Aquellos tiempos donde las pagas se diluían en esas ediciones de bolsillo que se veían en los escaparates las librerías añoradas…
Y es que la suerte de los poetas, novelistas, pintores, compositores, escultores, cineastas… es que aunque sus tumbas y casas – museos visitemos para sumergirnos en sus espíritus, esos nunca en realidad metafórica han dejado este mundo; la obra dejada para la posteridad los hace inmortales y vigentes.
La segunda parte de la charla tiene su comienzo en una noche de 1970 en un piso del barrio de Trinidad Nueva en Barcelona, cuando un “abuelito” musita a su pequeño nieto: “Yo pude salvar a Lorca”, tras reconocer en el telediario (en “el parte”, como dice el anciano) a un amigo poeta, Luis Rosales, por entonces Académico de la Lengua y Premio Cervantes… El niño, decano en años cumplidos, no se atreve a preguntar, ni se atreverá con el correr de los años, sea por timidez, pudor, distancia o un infranqueable muro de silencio que alza en su torno el adusto, cauteloso y discreto abuelo… Amela, hábil narrador de historias, que de momentos no tiene que recurrir a la excesiva imaginación para crearlas, ya que está visto que en su familia hay excavaciones abundantes que realizar para encontrar argumentos históricos, entrelaza historias paralelas y una paleta de secundarios inolvidables, algunos de ellos personajes de relevancia histórica: Luis Rosales, José Valdés, Ramón Ruiz Alonso, Emilia Llanos, gran amiga de Federico… o el desconsolado Agustín Penón (Barcelona, 1920-Costa Rica, 1976), el que fuera infatigable y malogrado primer gran investigador de la pasión y muerte de Federico García Lorca. Y otros personajes son anónimos para nosotros (hasta ahora), pero no menos relevantes: el mismo tío José Amela o el sentimental y humanísimo anarcosindicalista del barrio de la Trinitat, Progrés Pujol, desaparecido en el exilio francés, la pequeña Palmira de madre represaliada, el joven Manolillo “el comunista”, enterrador forzado de las infames cunetas de Víznar, ayudado por un medio gitanillo llamado Jacinto (y que al final de la novela reencontraremos muchos años después enseñado unos acordes de guitarra a alguien en Montreal…), o Justo Garrido, aquel maestro republicano oculto en un cortijo de La Alpujarra… y que en Colliure cruzará unas palabras con Antonio Machado. Víctor Amela consigue trenzar, mediante veloces escenas similares al celuloide, logrados diálogos y certeras reflexiones en tres tiempos de una historia truncada, conmovedora y dolorosa. Uno, el cruel tiempo de la contienda; dos, el de la dura posguerra en el extrarradio barcelonés y en el exilio del campo de refugiados de Saint-Cyprien y en Colliure, y tres, la actualidad desde la que indaga y narra el nieto del hombre que pudo salvar a Lorca. El presente se condensa apuñalado del silencio de los derrotados, y ahí el autor se devana en componer alguna conclusión con los fragmentos de una memoria rota…
Esta novela  que alterna en ágil contrapunto la historia de su abuelo materno con la del joven catalán que un día será su tío paterno, José Amela, reclutado para combatir en el Ebro con “la quinta del biberón”: tras resultar herido en combate se alistará en Barcelona en el republicano Cuerpo de Carabineros, por lo que al final de la guerra acabará prisionero de los vencedores en el Penal del Puerto de Santa María, en Cádiz…, lugar siniestro al que será también destinado como carcelero Manuel Bonilla. Una coincidencia que sólo saldrá a la luz cuándo un adolescente (hoy el narrador), durante la comida de Año Nuevo de 1980, se atreverá a formular una pregunta a su tío y a su abuelo… Y sus respuestas engendrarán esta novela…
Y sobre todo esto, emerge el impagable y afinado retrato del poeta de Fuente Vaqueros que la sugerente pluma de Amela alcanza, pues en sucesivas escenas reconstruyen laboriosa y refinadamente las actitudes, filosofía, recitados y poética de Federico, acudiendo a sus versos, declaraciones, cartas y testimonios hasta cuajar una rara magia: al lector le parece estar escuchando en estas páginas la mismísima voz de Federico García Lorca. Como en una ocasión le dijo a Amela el íntimo amigo de Lorca en la Residencia, Pepín Bello: “¡Ah, la voz de Federico…! No ha existido voz igual… ¡Qué lástima me dais todos los que no habéis podido oírle! Federico, Federico…”. En las páginas de esta novela quizá podrá el lector percibir un eco… Y por esto y por cada una de las historias emergidas de una investigación bien documentada, sí, por eso Amela ha escrito esta novela.
Luis Suárez
Humanista, crítico y divulgador musical – cultural.

martes, 19 de febrero de 2019


16/02/2019 - Casa de Cultura del Creixell, Tarragona.
Creixell Classic – Daria Piltyay, Elisabeth Mironova – Piano a cuatro manos
Recital emotivo entre dos talentosas pianistas rusas con clásicos populares encauzados a agradar a un público global, de todas las edades y más o menos entendidos en el conocimiento musical.
Una buena apreciación para comprender las transcripciones de obras consagradas a metas mayores como la escena o sinfónica, es acercar sus obras a todos los públicos, desde el ámbito estrictamente doméstico hasta la ejecución en cualquier tipo de salas y variedad de ejecutantes. Algunas son de los propios compositores originales, como aquí es el caso de Mozart, Falla o Grieg. Otras son de intérpretes quienes hablan de los "grandes artistas cuyos legados no deben dejar que se desvanezcan". Aquí se ha contado con el reconocimiento del público por el excelente trabajo de las solistas acercando ejemplos de obras mayores limitados a unos pocos que "estaban allí", con actuaciones brillantes, ingeniosas, representaciones casi perfectas de la literatura de cuatro manos de los diferentes salones de la época en la que fueron expuestas en su día.
Los trabajos para piano a cuatro manos o dos pianos representan una porción extremadamente pequeña de la salida de Edvard Grieg. El ejemplo que aquí escuchamos son transcripciones. Piltyay y Mironova ofrecen una interpretación bastante agradable, cautivando a los oyentes con un estilo sincronizado. Estas son obras familiares y de fácil comparación con los timbres orquestales originales, más ambas ofrecen una certera ejecución al teclado para dar su propia interpretación reflexiva.
La característica notable de esta presentación de cinco de las veinticuatro “Danzas Húngaras” de Brahms es la forma en que se mezclan las dos pianistas. En las Danzas, enfatizan los frecuentes cambios en el tempo y el volumen, y en todo momento hacen que parezca que solo había un intérprete. Las transiciones tienen un montón de fuego zíngaro, y el difícil trabajo del piano se maneja sin problemas. En este caso la versión original es la ofrecida; las otras versiones de las Danzas son las orquestadas, tanto por el propio Brahms como completadas por varios de sus amigos y contemporáneos como Dvorak.
La música de Don Manuel de Falla , aunque rara vez involucró una guitarra, a menudo se inspiró en el flamenco y la música antigua de guitarra española y nuestras solistas traducen esta pieza a su fuente original de inspiración andaluza, reduciéndolas a sus esencias y las ejecutan con percusión con equilibrio y un sonido de primer plano que se suma al intenso efecto.
La mayor sorpresa en el programa fue la introducción en el mismo de cinco miniaturas de un ballet infantil, “Chipollino. Obra compuesta en los años 70’s del pasado siglo por la sobrino del archiconocido compositor soviético – armenio, Aram Kachaturian, Karen (1920/2011). Selección de piezas, acompañadas por dibujos animados históricos de producción soviética (1961), basadas en un delicioso impulso rítmico y uso cuidado de tonalidad legible a a receptores infantiles. Todo un atrevimiento argumental en un cuento infantil referido, argumentalmente, a la represión política con metáforas dentro de la “ciudadanía vegetal”. Obra del italiano Gianni Rodari (1957) que pasó sorprendentemente la censura de la época hasta convertirse en un texto muy popular. Desconocido por estos lares, resultó muy agradable su descubrimiento.
Terminando el recital con un encuentro galáctico de la mano del celebérrimo John Williams, en un ambiente de cantina acompañando las negociaciones de Han Solo con las fuerzas de resistencia al Imperio del “lado oscuro” del poder.
Luis Suárez
https://amigos-del-arte-vita.org/

lunes, 11 de febrero de 2019

ALICIA DE LARROCHA. “Pecados de Juventud”. Composiciones para piano y cámara (1930-1953). Marta Zabaleta, Ala Woronkova, Peter Schmidt, Marta Mateu, Albert Guinovart.
Desde la Academia Marshall a la fama y prestigio internacional, así salió la ilustra figura de esta gran solista y pedagoga, que ahora además podremos descubrir en esta serie de composiciones de su infancia y juventud, que ella denominó asimismo “Pecados”. Alicia Torra de Larrocha es la que decidió sacarlas a la luz, una vez sabiendo que no existía oposición alguna por parte de su madre para tal fin. Entre los siete y los treinta años de su vida se encuentran las fechas de su composición. Sino estan a la última vanguardia de los autores que ella misma intepretaba, si pueden ser consideradas a tener en cuenta. Estilos compositivos desde el romanticismo al neoclasicismo, como la “Sonata para Violín”o la “Suite para Piano”, pasando por una “Invenciones bachianas” ahí podemos ver sus gustos e influencias de estos primeros años. De lamento se puede quedar el oyente tras escuchar su última pieza escrita, el “Preludio” de 1953, en el cual se puede ver un giro compositivo hacia un nuevo camino encabezado por las disonancias y otras técnicas vanguardistas. Una pena que no hubiera seguido el camino de la creación.
La discípula vasca de nuestra protagonista, Marta Zabaleta, encabeza la mayor parte de las interpretaciones de forma impecable, sin olvidarnos de una destacada Marta Matheu que acompañada por nada menos que Albert Guinovart, nos dejan unas versiones de gran lirismo de canciones sobre textos poéticos que a Larrocha le costaría elegir ya que, por lo visto, era asimismo una gran lectora. La violinista Ala Woronkova y el chelista Peter Schmidt completan tan expléndido registro con una toma de sonido a la vez excelente.
Luis Suárez

domingo, 10 de febrero de 2019


8, 9 y 10 de febrero de 2019 – Auditori Pau Casals (En Vendrell, Tarragona), Teatre de Tarragona y Palau de la Música, Barcelona
Orquestra Sinfònica Camera Musicae, Salvador Mas – Obras de Schubert, Josef Strauss y Brahms
Tres maneras, de las múltiples visiones artístico - musicales, de las que se podían observar en una ciudad colosal en cultura como puede ser Viena. En este caso de la mano de Franz Schubert, Josef Strauss y Johannes Brahms.
A principios de 1822, Schubert estaba en el “apogeo de su carrera” y comenzó a escribir una “Sinfonía” monumental en si menor. A finales de ese año, había marcado los dos primeros movimientos y había esbozado un tercero. Contrajo sífilis a fines de ese año y durante un tiempo estuvo completamente incapacitado, que fue cuando dejó de trabajar en la obra y la dejó de lado, como tantas otras partituras de su catálogo. Para la primavera, había recuperado algo de su fuerza. Fue aceptado como miembro honorario de la Sociedad de Música de Estiria en Graz, Austria. Como parte de su aceptación, envió los dos movimientos completos de la Sinfonía a su director, Anselm Hüttenbrenner, quien rápidamente los metió en un cajón y los olvidó. Allí languideció hasta 1860, cuando el hermano menor de Hüttenbrenner, José, lo encontró y, reconociéndolo como un tesoro perdido, comenzendo a incitar al director vienés Johann Herbeck para que interpretara la pieza. La obra se realizó finalmente el 17 de diciembre de 1865.
La Sinfonía en sí misma es grande y discreta. Desde los primeros compases de apertura siniestros, una melodía suave y fluida que gradualmente acumula masa y poder para una rápida conclusión. Todo esto resulta ser una introducción, y se produce una de las melodías más brillantes del compositor. Esto, también, rápidamente se vuelve más grande y más dramático y un puente efectivo lleva al principio. Una sección central intensa y elevada, casi triunfante en sus grandes acordes, conduce a una repetición final de la apertura y el gran movimiento termina solemnemente. El movimiento de de Andante con moto comienza con una maravillosa melodía, presentada directamente y sin ornamentación, y esto conduce perfectamente a otra maravillosa melodía de viento de madera. La tranquilidad vuelve con los primeros temas y, después de un resumen de lo que ha pasado, el movimiento y el trabajo marchan silenciosamente hasta su final.
La comprensión profunda de Salvador Mas de la “Sinfonía Nº 8 en Do menor” es completamente evidente en esta ejecución, llena de líneas magníficamente líricas y una ejecución en tempo lento y acentuado en los segmentos dramáticos de todas las secciones, pero especialmente en los vientos de madera y metal con una lectura detallada del primer movimiento, que resalta las dimensiones de la obra de manera especialmente efectiva y lleva a la suposición de que Schubert no la terminó simplemente porque no había una solución disponible para los problemas que planteaba dentro del lenguaje musical de su época. La interpretación toma mucho tiempo en el material de apertura en las cuerdas graves. A partir de esa apertura deliberada y efectiva surge una efectiva lectura de líneas internas a lo largo del curso del primer grupo de sujetos de la exposición, que tiene significado eficaz incluso cuando se compone simplemente de figuración. El conjunto constituye un sorprendente contraste con el segundo tema melódico, y el espacio definido por los dos movimientos juntos es vasto, incluso cuando la interpretación, como se da el caso, es empáticamente sentida y de ninguna manera está sobrecargada. A Dios gracias se prescinde de los algoritmos de la aplicación china. Schubert en estado puro sin experiencias matemática de laboratorio.
De ahí, a modo de interludio entre el romanticismo trágico y la soberbia partitura campestre de Brahms, nos encontramos con el Op.204 de Josef Strauss. Perfume imperial y descolorido, refinado, tan singularmente sensual, del vuelo de una libélula en la nocturnidad de los Bosques de Viena. Una exquisita interpretación que sirve de puente entre dos estilos diferenciados.
Johannes Brahms compuso su “Sinfonía No. 2” en el verano de 1877, menos de un año después del estreno de su “Sinfonía No. 1”, un hecho sorprendente dado que el primer ejemplo en este género le había llevado quince años para completar, sin exceptuamos sus dos grandiosas “Serenatas, Op.11 y 16” de juventud que se deberían escuchar más a menudo. Finalmente, confiado en sus habilidades como sinfonista y menos preocupado por la sombra que se avecina en Beethoven, Brahms creó un trabajo mucho más espontáneo que fue bien recibido por los críticos y el público. Cuando se compara con las obras de sus contemporáneos, esta pieza es conservadora tanto en la orquestación como en la estructura formal. Pero de ninguna manera es reaccionario. Más bien, Brahms revisó y amplió el modelo del siglo XVIII, reemplazando en gran medida el contraste temático con la transformación y la variación, y agregando su riqueza distintiva de armonía y ritmo.
Hay una unidad y variedad en la interpretación de Salvador Mas; logra combinar lo claro y lo oscuro, lo lírico y lo poderoso, lo extrovertido y lo introspectivo, mientras crece la pieza orgánicamente a partir de la "semilla" de las tres primeras notas (escuchado en los violonchelos y en los contrabajos), capta por completo la intelectualidad de Brahms, así como su profunda expresividad, y toca el núcleo emocional con completa simpatía y claridad de propósito. La Orquesta toca con la plenitud de tonos y la flexibilidad rítmica de una orquesta de su calibre. No es una obra tan apasionada como la “Primera Sinfonía” y la orquesta lo capta a la perfección. Nos ofrece una interpretación de lo más agradable y magistral, en tono pastoral, puramente brahmsiana.
Luis Suárez

sábado, 2 de febrero de 2019


1 de febrero de 2019 – Auditori Josep Carreras, Vila-seca (Tarragona)
Folías y Romanescas
Jordi Savall - Violas da gamba. Xavier Díaz Latorre - Guitarra y tiorba.
Bajo uno de los siete programas, por estas fechas, que lleva en la maleta el ya legendario maestro Savall, un público entregado se viera envuelto en una entrega de exhibición de musicalidad y virtuosismo extraordinario pero discreto. En este concierto, las actuaciones de “La Folía” mostraron la inmensa variedad rítmica inherente al estilo del siglo XVI, y también, por supuesto, las notables posibilidades técnicas de los instrumentos elegidos (Savall vino con dos violas da gamba: una soprano de 1500 y otra de Barak Norman londinense de siete cuerdas, 1697). La interpretación de Savall de las diferencias de Diego Ortiz o Marin Marais devolvió la locura diabólica indicada por la danza Folía. Varias veces podría dar la sensación de que el maestro podría acabar rompiendo las cuerdas de su instrumento. En esta actuación, todos pudimos ver cómo el contacto con las tradiciones mexicanas ha influido en Savall, con unas anónimas atractivas “Improvisaciones sobre la Guaracha”, moviéndose a la perfección entre los momentos de extremo lirismo y los sonidos salvajes, "increíbles"; realmente impresionante. Un derroche de todas sus técnicas de ejecución: legato, detaché, martelé, col legno, pizzicato..., y la capacidad de improvisar y realizar diferencias con una gran versatilidad. A destacar la comunicación entre los artistas y la audiencia durante todo el programa, y ​​esto fue muy bienvenido. Asimismo debe hacerse justicia con los solos de guitarra y tiorba de Xavier Díaz-Latorre, profundamente emocionante, virtuosístico y rítmico en páginas de Gaspar Sanz y Robert de Visée. Destacando también su acompañamiento mágico, con una coordinación comunicativa excelente. Al margen de su maestría como ejecutantes, han formado un dúo mágico dotado de capacidad comunicativa, una autoridad sobre el escenario y capacidad de trasmitir a cada espectador que se trata de una experiencia única dentro de la música de cámara, íntima a la vez interactiva entre ambas partes de un auditorio lleno a rebosar entregado. No solo bastó una “Berceuse bretona” para que el público se cansase de ovacionar merecidamente casi dos horas ininterrumpidas de sonidos mágicos.
Toda una combinación de moderación y sutileza con intensidad latente lo que caracterizó todo el estilo de actuación de la noche y, de hecho, abrió a mucho público un nuevo mundo en medio del viejo mundo de la práctica musical.
Luis Suárez