jueves, 7 de junio de 2018


3/06/2018
Teatro Nuevo Apolo, Madrid – Orquesta Sinfónica Camerata Musicalis – Edgar Martín - ¿Por qué es especial?, concierto de clausura de temporada – Sinfonía nº4 de Robert Schumann
¿Por qué son especiales estas sesiones pedagógicas hechas con cuidadoso esmero? La labor encauzada en el Siglo XX por el gran Leonard Bernstein desde el punto de vista de la transmisión – adquisición del conocimiento musical mediante relaciones sociales adaptadas desde el especialista al público, salvando las distancias, son continuadas de forma amena por estas sesiones que proceden a la descripción de los  elementos que interviene en cada modelo musical a analizar, para su posterior disfrute por el público una vez expuesto en su totalidad en la segunda parte las mismas. El objetivo básico del modelo es proporcionar una plataforma desde la cual empezar a estudiar las prácticas comunicativas, produciendo descripciones y explicaciones de las formas musicales, con el fin de una fácil asimilación de las mismas por parte de aún no muy (o nada) iniciados en la materia. Perder el miedo a la mal llamada música clásica y despojarla de sus prejuicios y tópicos acumulados a lo largo de la historia. De ahí el camino debe de ser mucho más sencillo para el receptor citado.    
En este caso el modelo elegido fue Robert Schumann y su última Sinfonía. Si bien su reputación como uno de los maestros de la música para piano del Romanticismo se puede decir que haya perjudicado en parte el resto de su producción sinfónica o de cámara, no se puede decir que la calidad de estos géneros sea menor, sino muy valiosa en calidad artística. Tal es el caso de sus cuatro (o cinco Sinfonías, si consideramos su temprana aportación con el nombre conocido de su ciudad natal, Zwickau en Sajonia, de 1832/33).  Otros le tachan de mal orquestador; no es que fuera el mejor pero la calidad de su timbre orquestal es incuestionable. El impacto de sus obras sinfónicas es maravillosamente evocadora, prototípicamente románticas, de perfecto diseño formal, sustancia temática y armónica. La “Sinfonía nº4” op.120 que ocupó la emotiva sesión de clausura de temporada, no es su último esfuerzo en el ramo. Fue de hecho, originalmente compuesta inmediatamente después de la finalización de la “Primera Sinfonía de 1841, denominada “Primavera”, y por la tanto es anterior a la segunda y tercera. Schumann se abstuvo de su publicación hasta 1853, durante cuyo intervalo realizó algunas revisiones, principalmente en el área de orquestación y arquitectura formal. El trabajo final resultó más complejo e innovador que en las anteriores. Los cuatro movimientos, cada uno de ellos estructuralmente incompleto, deben tocarse sin solución de continuidad. Colectivamente, forman un único diseño formal a gran escala. Significativamente, Schumann consideró llamar a la pieza, “Fantasía Sinfónica”, sin duda preguntándose si tal creación fuera a ser considerada por el público y críticos, como una sinfonía genuina.    
Edgar Martín imprimió una dirección apasionada, claramente romántica de espíritu, enérgica en partes y de acusada melancolía en otras. Tras una lenta introducción impulsó una atrevida lectura del tema principal en una dinámica ambulante. El nombre de Clara (Schumann o Wieck) siempre está presente en el espíritu de la obra, enfatizando una lectura de relación entre las distintas partes, efectista y contrastante con una correcta acentuación de los nexos de unión entre las mismas, dispuestas por el compositor, procurando una relación acusada de los motivos principales. Su lectura supuso un sentido más allá de las simples notas o melodías, desgajándolas y exponiéndolas de una manera hábil para sacar de ellas toda su emoción, belleza formal, texturas, dinámicas, colores y timbres con sutil toque de magia que es el cariño y amor por lo que está interpretando. Una orquesta entregada a lograr el equilibrio justo entre todas las fuerzas musicales que integran la obra. Dosificando las intensidades, la creación del ritmo y el flujo justo del devenir de tan bella obra. Un Eusebius dominador en el espíritu global de la partitura con una maravillosa sencillez de ideas que hace de ella una obra dinámica, bella y atractiva. El resultado, una tronada de aplausos que se resaltó, aún más si cabe, con la emotiva despedida del concierto y temporada por parte del director.
Luis Suárez

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