sábado, 27 de abril de 2019

ISABEL DOMBRIZ. “DANTE”. Obras de Liszt, Ravel, Debussy, Pedro Mariné y Miguel Bustamante.
Ibs Classical 42017 · 65' · DDD
IBS Classical * * * * * SR
Como hermosamente cautivadora podríamos denominar esta producción discográfica de una talentosa Isabel Dombriz. Partiendo de la figura toscana de Dante y a través de su poemario, nos vemos seducidos por una selección de piezas en él basadas. Liszt ocupa el trono entre los escogidos, emblema del puro romanticismo, además acompañado por otros maestros del piano como Ravel, Debussy, Pedro Mariné y Miguel Bustamante que conocen a la perfección el piano y saben sacarle partido a todas sus expresiones tímbricas.
Todo comienza con “Una Barca sobre el Océano”, del ciclo “Miroirs”, un óleo apoyado en "reflexiones" sobre destellos aislados de la realidad. Dombriz nos evoca la soledad sobre una célula motivadora de una medida altamente evocadora que presenta un suave gesto de octava nota en la mano derecha contra arpegios apresurados en la izquierda. En sus manos la textura brilla positivamente.
Se adentra Franz Liszt en el programa con “El Valle de Obermann”, perteneciente a su obra culmen “Años de Peregrinaje”. Sexta pieza en el primer volumen: “Suiza”, la inspiración para la pieza es la novela de 1804 “Obermann”, de “Etiene Jeane Senancour”, que habla del desafortunado personaje del título, cuyas desgracias lo llevan a buscar consuelo en una zona rural de Suiza. Es la pieza más profunda y conmovedora del programa. Dombriz nos expone con suma delicadez una música cuyo contorno, en su mayoría descendente y de manera apática, pintan una sombría desolación. Durante sus tres secciones los versos desilusionados de la primera mejoran solo marginalmente en la siguiente, interpretada con pasión y anhelo en su hermoso tema. La sección final, sin embargo, trae un estado de ánimo algo más brillante y una sensación de triunfo. Pero el triunfo se mezcla con el dolor y la lucha, al final, en gran medida, se presenta como de naturaleza filosófica para el personaje de Obermann. Dombriz se apoya en una interpretación sólida e irreprochable con energía y belleza en todas partes.
Como intermedio se nos ofrece una virtuosa pieza de Pedro Mariné, “Algarabías”, rompiendo el hielo ante la agitación tumultuosa en caídas de acordes en forma de lluvia incesante de logros tímbricos.
La obra que va título a la grabación es la célebre “Dante Sonata, Después de una lectura de la vida de Dante” de Liszt. Figura, cuya existencia también proporcionó la inspiración para la “Sinfonía "Dante" (1855/56) y en parte al poema de Victor Hugo del cual Liszt obtuvo su título. Incluida como la última pieza en el segundo volumen de “Años de Peregrinación” (1837/49), en realidad es más fantasía que sonata. Una parte de la música interpretada por Dombriz se desarrolla en un torbellino de confusión y violencia, pasando a una atmósfera efectivamente expresiva, con momentos de gran belleza trascendental (por ejemplo, "escenas de amor" que retratan el desafortunado romance de Paolo y Francesca) para volver a la situación inicial y derivar en una conclusión grandilocuente. El desafío técnico evidente es solventado de manera eficiente con vastas reservas de destreza de intriga y resistencia muscular en bruto de cualquier pianista que espera emerger, como lo hace un Dante al final de Inferno, ileso. Suena ingeniosamente eficaz en ejecución y abrumadoramente evocadora en los momentos de calma.
Miguel Bustamante nos ofrece un retrato del diablo mediante la eficaz forma del scherzo. Brillante y juguetona pieza mostrando el lado más pícaro y desenfadado de nuestro personaje.
Una técnica especial es utilizada para representar las impresiones sobre la superficie del agua de Debussy. Dombriz abre pieza se sutilmente con los acordes que se elevan en el registro superiores emulando suaves salpicaduras.
El disco conceptual finaliza con “Funerales” de Liszt, la pieza  más famosa del conjunto de catorce números: “Harmonies poétiques et religieuses”. Lo escribió como un lamento por los tres patriotas asesinados en la Revolución húngara de 1848/49. Pieza evocadora en increíbles fanfarrias y apoyándose en poderosas armonías en conflicto, en situación dramática, hay dos clímax enormes que también requieren poderosas octavas de la mano izquierda. El sentimentalismo y el espectáculo crónico de Liszt no impiden que alcance las dimensiones espirituales más profundas con las emociones oscuras y la austeridad de su período final. La religiosidad se compensa con tres reflexiones poéticas sobre el dolor y la muerte. Bajo una interpretación moderada, Dombriz minimiza los excesos de Liszt en cierta medida y sus sutilezas se refuerzan sólidamente con resultados al buen gusto y, a menudo, más intrigantes de lo que permitiría una lectura más llamativa.
En definitiva, nos encontramos ante un sobresaliente trabajo de virtuosismo y sutileza mezclados en partes simétricas, apoyándose en una técnica asombrosa y firme y a la vez una sensibilidad especial y transparente en los pianísimos, encauzando una bella narrativa poética como bien requieren los compositores escogidos. Dejen de lado, por un tiempo a Jorge Bolet, Leslie Howard, Pascal Rogé o Jeno Jando, entre otros, y sumérjanse en esta enorme pianista. Se quedarán hipnotizados como por el Diabulus se tratase.
Luis Suárez

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