Ruperto Chapí: String Quartets. Cuarteto Latinoamericano: Saúl Bitrán, violín; Arón Bitrán, violín; Javier Montiel, viola. Álvaro Bitrán, violonhelo.
DSL-92254 · DDD · 72' · *****R
Ruperto Chapí (1851-1907) fue uno de los camaleones de la música española del siglo XIX y principios del XX. Al igual que su contemporáneo, Tomás Bretón, son mejor conocidos por sus muy populares zarzuelas y óperas. También se metieron de llenos en la música de cámara que va siendo rescatada del polvo, gracias a agrupaciones como el Cuarteto Brodsky y e que aquí nos ocupa, el Latiomaericano. Chapí también cultivó la obra sinfónica: una "Sinfonía", suites orquestales como la "Fantasía Morisca" y "Los gnomos de la Alhambra", poemas sinfónicos... Su mayor don fue sintetizar diversas influencias y estilos en piezas atractivas más notables por su energía y habilidad compositiva que por su individualidad. La inteligencia, el ingenio y la imaginación son bienes bastante raros; y cualesquiera que fueran sus limitaciones, el compositor de grandes zarzuelas de la calidad de "La revoltosa" o "La bruja" tenía bastante de ellas y de sobra, como se puede apreciar en esta grabación.
La reputación de estos Cuartetos de Cuerda, escritos al final de la carrera de Chapí, es de inegable valor. En 1903, cuando se escribió el Nº1 para el Cuarteto Francés, gran parte de su mejor trabajo escénico había quedado atrás; pero a juzgar por la reacción contemporánea, los Cuartetos excitaron y dividieron la opinión crítica en un grado inesperado. La incursión de Chapí en un género que, desde la época de Haydn, ha sido el recipiente elegido para los pensamientos más profundos de tantos grandes y no tan grandes compositores debe haber sido una sorpresa. Aun así, en su ambición conscientemente beethoveniana, su virtuosismo y su alternancia impredecible de sol y sombra, llegan como una especie de revelación. Podemos observar como se contenta con tomar las posibilidades expresivas de la forma tal como las encuentra, pero los gestos llamativos, las buenas melodías y los contrastes teatrales nos mantienen muy entretenidos a lo largo de la obra. Puede que el todo no sea igual a la suma de las partes, pero se trata de música viva, con un lenguaje europeo convencional pero, a diferencia de las piezas de cámara más sombríamente clásicas de su rival Tomás Bretón, con un acento reconociblemente español.
Sus sucesores comparten la estructura de cuatro movimientos de No.1, así como su audacia y fuego. El "Cuarteto Nº 2", escrita para el Cuarteto Checo, con Josef Suk en el segundo violín y Oscar Nedbal en la viola, tiene un tono más nacionalista. Comienza con un delicado alhambrismo en un poético nocturno andaluz. Los últimos movimientos, con sus cambios tonales impredecibles, son igualmente atractivos, ingeniosos y esquivos, incluso si el pizzicato ostinato del tercer movimiento es un ejercicio demasiado obvio de la bizarrerie beethoveniana.
El melancólico primer movimiento del "Cuarteto Nº3", más clásico y compacto, tiene un sentimiento franckiano, mientras que la melancolía epicúrea del Larghetto recuerda a los primeros Debussy, aunque el vibrante final del Allegro, integrado temáticamente con los movimientos anteriores, tiene un temperamento mucho más mediterráneo. La sencillez armónica del "Cuarteto Nº4" adopta inicialmente una pose contrastada, con influencias de Dvorak en corte melódico, amplitud fácil y procedimientos armónicos. Su Allegretto urbano es interrumpido por un lento sorprendentemente malhumorado y cansado del mundo, que imprime una dimensión más personal a una obra que, por lo demás, es más rica en suavidad romántica que en profundidad de sentimiento.
El Cuarteto Latinomaericano transmite superlativamente bien el espíritu de estas obras subestimadas. Su virtuosismo es impresionante y los desafíos técnicos generalmente se resuelven bien. Su vigilancia y sensibilidad ante los humores de Chapí es inagotable, y transmiten una frescura que aumenta mucho el placer de este redescubrimiento. La grabación de esta integral, que ahora llega a su fin, es muy bienvenida y bien puede ayudar a impulsar los cuartetos de Chapí de regreso al repertorio. No tienen realmente la cualidad nacionalista que empezaba a gestarse en España, pero son característicamente españolas de una manera diferente: Chapí se nutre de su experiencia como compositor de zarzuela. Sus texturas están llenas de ostinatos cuasi-orquestales, sobre los cuales se intercalan grandes melodías con episodios dramáticos. Las actuaciones del Cuarteto Latinoamericano son pura sangre y en general soberbias, y este grupo retuvo de su larga permanencia en los EE. UU. una conexión con el sello Sono Luminus que le sirve muy bien aquí. Chapí seguía la senda de la música de cámara; dejó inconcluso un "Trio con piano" que también merecería su revisión...
Luis Suárez